sábado, 29 de abril de 2017

No es un domingo cualquiera

    Este domingo no será un domingo más. Para empezar porque es fiesta, víspera de otra fiesta; la mía y la de varios millones de seres humanos que ponemos el despertador cada día para ir a un sitio donde nos dan un dinero (a cambio de más o menos sudores) que usamos para pagar las facturas. Todo un detalle el del calendario de este año, que nos regala un fin de semana de tres días a los sufridos trabajadores.  Esta fiesta del trabajo, que Franco tuvo los arreos de llamar "San José obrero" es una fecha variopinta que unos celebran manifestándose (los menos), otros repartiendo flores y la mayoría tumbada en sus sofá. Luego están los ciudadanos del Brexit, que la celebran trabajando, no creo que para dar ejemplo, sino para, como en tantos otros casos, distinguirse de los continentales. El 1 de mayo no es fiesta en el Reino Unido, ellos se lo pierden. 

    Como les iba diciendo, este domingo no va a ser un domingo cualquiera. A cierta hora de la tarde, mi hijo se va a poner un traje oscuro y una corbata, y lo que es más inusual todavía, unos zapatos! Y se va a ir al baile de graduación de su colegio. Eso del baile de la graduación, que es un exotismo en el fondo;   una cosa que antes sólo veiamos en las series de televisión americanas y que ahora todos copian por doquier. Yo personalmente, agradezco no haber tenido un baile de graduación ni nada que se le pareciera en el momento en el que tocaba, pues por aquel entonces yo era un tanto zarrapastrosa (aún lo soy en cierto modo) y me hubiera fastidiado en sobremanera tener que ponerme un vestido de fiesta y unos tacones sólo porque se acababa la época colegial. De hecho, los padres estamos invitados al aperitivo del susodicho baile, así que ya me va a tocar ponerme un vestido mejor que la media, y subirme a unos tacones un domingo, que es el día de la semana que yo me paso vestida de corredora de marathones. Qué no haremos por estos hijos!

    Cuanto más que este domingo cumplo años (muchos) y me tendré que poner una vela a mí misma en el centro de un plato de jamón a media mañana porque a la hora en la que uno se come la tarta, estaremos todos vistiéndonos, yo personalmente con desgana, para irnos al evento. Quizás no esté del todo mal encontrar un acontecimiento que se superponga cronológicamente al hecho gozoso y doloroso a partes iguales de cumplir años e, invitablemente, ser más vieja que ayer  pero menos que mañana. 

    Todo ésto para contarles, no que es mi cumpleaños, que es una anécdota sin importancia, sino que no va a ser un domingo cualquiera porque  cuando vea a este jovenzuelo, con su traje oscuro, su corbata, y sus zapatos de cordones saliendo por la puerta no me va a caer encima un año más sino diez de golpe! Porque ya sé que es un topicazo y una frase repetida y petarda (como solo podemos ser las madres, repetitivas y petardas todas)  pero esta criatura, hace tres  días vestía pantalón de peto, coleccionaba dinosaurios de plástico y se dormía en mis brazos escuchando una nana de Brahms que salía de un conejo de peluche. Hace dos días se tragaba tres veces seguidas "ET" en la misma tarde y construía naves espaciales de Lego; era sólo ayer cuando cogíamos olas con una tabla de surf y hacíamos maletas para viajar a USA...Y aquí lo tenemos, vestido de banquero con toda la vida por delante y grandes decisiones que tomar. La vida es una historia repetida que tiene la habilidad de, no por repetida,  dejar de sorprendernos. 

   Les dejo la nana de Brahms, por si tienen dificultades para conciliar el sueño. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario