jueves, 4 de mayo de 2017

Soy de la secta!

    Esta tarde, viendo que el trabajo se me quedaba reducido, he cogido mis bártulos a una hora temprana y he ido a hacerme de una secta. No se crean, aunque he aprovechado el momento y la franja horaria ( a eso no hay quién me gane) me he hecho de una secta después de meditarlo mucho; una ya es mayor para ir dando bandazos por la vida. 

    En el siglo XXI hacerse de cualquier cosa, sea secta, club de fútbol o partido político es bastante fácil, normalmente basta con tener acceso a Internet. Para esta secta, además,  hay que tener cierto capital inicial, pongamos unos quinientos Euros, ganas de consumir y no ser un zoquete. Yo no es que vaya sobrada en el cumplimiento de las tres condiciones  los quinientos Euros los tengo, pero la afición al consumo en mi caso brilla por su ausencia y, aunque no creo ser merecedora del adjetivo "zoquete", sí soy bastante torpe. Pelillos a la mar, cuando una quiere hacerse de una secta no hay inconvenientes que valgan! A testaruda tampoco hay muchos que me ganen.

   Me he encaminado al templo con los quinientos euros por delante y toda la paciencia que he podido acumular en los días precedentes, que no se crean que es mucha: estoy ayudando a mi hijo a hacerse de la secta Universitaria española y ahí sí que hay que ser ingeniero antes de ir a estudiar para serlo, vistas las complicaciones burocráticas e informáticas, pero con ellos ya me meteré otro día; hoy les cuento lo mío. Como les decía, he llegado al templo donde los fieles y los sacerdotes te acogen con una sonrisa de oreja a oreja y se empeñan en llamarte por tu nombre de pila desde el minuto cero y les he dicho que quería ser uno más de ellos, con toda la ilusión y las ganas que sólo quien va a apuntarse a una secta es capaz de desplegar: no parecían especialmente conmovidos, porque a este garito se acercan millones de personas cada día (incluso sin los quinientos Euros) y se saben adorados por muchos más que ni siquiera se acercan. 

   Sea pues. Después de hablar con los fieles y algún que otro sumo sacerdote, y de entregar mis quinientos Euros y rezar mi mantra de "mire usted que yo soy muy torpe" como cien veces; uno de los sacerdotes, que para distinguirse de los fieles van todos vestidos con una camiseta verde (desde luego el clero cada vez gasta menos en hábitos) me ha entregado el ídolo que a partir de ahora tengo que llevar en mi bolso, bolsillo o mochila y del que nunca más me voy a separar, dicen ellos. Al menos he podido elegir el color y las vestiduras, que como son de plexiglás tampoco dan mucho juego. Constato que en las sectas modernas ya se gasta poco en ropajes y ceremonias, al menos las antiguas tenían ese encanto. Agarro el ídolo con las dos manos y uno de los sacerdotes me pide una huella dactilar y me indica que con una mano basta; creo que se han dado cuenta que el mantra, en mi caso, era una declaración de principios.

   El idolillo es plano, brilla y abulta poco y, por lo visto,  es un objeto de deseo, porque los de la secta insistían mucho en que añadiera a los quinientos Euritos de nada, unos cuantos más en concepto de seguro antirrobo. Antes de marcharme me dieron ganas de preguntar donde estaba la capilla del santo fundador de la secta, pues allí es todo tan transparente, tan de vidrio y plantas de interior que me parece mentira que como buena secta no tengan su cripta secreta para adorar al padre fundador. También es verdad que el santo no se benefició a trescientas vírgenes ni provocó un suicidio colectivo; murió de muerte natural y se limitó a ser vegano, que ya es casi una muerte en vida! Nada que produzca morbo y curiosidad malsana, que debería ser lo primero que produzca una secta; esa parte les falla. 

    Por si al llegar al sexto párrafo de esta entrada no se han dado cuenta ni lo sospechan, esta tarde me he comprado un iPhone. Mis hijos me dicen que por fin he entrado en el siglo XXI, yo estoy convencida de ser sólo una más de la secta.

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