lunes, 15 de mayo de 2017

Pesadilla de solteros y solteras

   Acabo de pasar el fin de semana (no primaveral, por cierto) en mi ciudad, tomada por asalto por turistas y acontecimientos solapados: graduaciones de estudiantes, comuniones, bodas, puente para los madrileños, la feria del libro y lo peor de todo, un movimiento tardo-juvenil que envía gentes dispuestas a todo a una ciudad ajena, a ser posible, a menos de dos horas de Madrid. En ese "dispuestos a todo" va incluido el pasearse por la calle vestido de fantoche; los varones vestidos de fantoche-hembra y viceversa las mujeres. El traje de fantoche, sea en versión masculina o femenina lleva incorporadas alusiones fálicas y sexualmente muy explícitas; algún que otro cartelito colgado con el nombre del o la homenajeada y todo ello resultante en un espectáculo francamente cateto. 

    Una vez convenientemente disfrazados, estos zombies de fin de semana se lanzan a la calle y se dedican a beber a destajo, hacer sus necesidades en las aceras, vomitar lo que beben y cantar todo tipo de coplas de borrachines a cualquier hora de la madrugada en cualquier calle. Total qué más da, no es su ciudad y probablemente no vuelvan a ella en una larga temporada. Lo llaman despedida de soltero, por encontrar un nombre civilizado a unas gentes que no se comportan civilizadamente. 

    Ya me subí al avión el viernes con un grupito de nórdicas uniformadas todas con una sudadera que rezaba "Bye Bye Corinne"; Corinne supongo que era la que no llevaba sudadera, que no hacía más que toser y que, si ha sobrevivido a su despedida de soltera a lo mejor está ingresada con neumonía. Unas horas después cogí un tren de Madrid a mi ciudad y en el vagón se subieron diez tipos todos vestidos de negro con un cartel colgado al cuello que ponía "proyecto Josele", y esos ya iban empinando el codo desde el tren. He estado dos días y dos noches viendo desfilar monjas con barba, la abeja Maya y sus abejorros, sucedáneos grupales de Amy Winehouse y Beyoncé; muñecas y muñecos inflables paseados a hombros y Blancanieves con los siete enanitos, los siete; que los conté. 

    Y yo me pregunto qué hemos hecho en las provincias para merecer esta plaga recurrente. Nosotros, que nos dedicamos a embellecer nuestros monumentos, a peatonalizar los centros históricos, limpiar la atmósfera porque no usamos el coche y despachar cañas y gin-tonics a precio de saldo. Recibimos oleadas de madrileños cada vez que tienen puente con una acogida digna de Bienvenido Mr. Marshall y nos conformamos con venderles embutido y alguna que otra baratija. Ahora también es necesario que soportemos este circo? En serio? No hay manera de plantearse cerrar la M50 los fines de semana, con agentes de aduana y todo para impedir que solteras y solteros abandonen la capital rumbo a cualquier ciudad castellana limítrofe? No hay sitios en Coslada o Leganés, o en cualquiera de esas localidades radiales con su Corte Inglés y todo para que esta gente beba, cante y se disfrace de lo que sea sin tener que venir a darnos la tabarra a los castellanos viejos?  No hay en nuestras ciudades Patrimonio de la Humanidad ninguna ley que prohiba pasearse por ellas atentando permanentemente contra el buen gusto? 

    Piénsenselo los políticos con aspiraciones electorales. Yo estoy dispuesta a votar a los que prohiban las despedidas de solteros en los cascos urbanos, como programa electoral ya es mucho más de lo que algunos ofrecen. 

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