viernes, 15 de diciembre de 2017

Pues vaya una ocurrencia!

    La "ocurrencia" va a ser dentro de nada una de esas palabras viejunas que solo usamos los que aún leemos a Galdós. Yo la oí mucho en mi niñez:  "pues vaya una ocurrencia" era la frase favorita de madre, abuelos y parientes varios; y aunque la ocurrencia venga definida escuetamente por el diccionario como "idea o pensamiento inesperado", yo añadiría a esas pocas palabras: "con consecuencias casi siempre nefastas". Porque si la idea o pensamiento inesperado sale bien, no hablamos de "ocurrencia" sino de idea brillante, o genial, o simplemente buena. Estamos de acuerdo, no? Les pongo unos ejemplos. 

    No he citado antes a mi padre como usuario de la palabra, porque precisamente mi padre era el rey de las ocurrencias...Con desiguales consecuencias. Sin aburrirles con historietas familiares, les diré que a mi padre se le ocurría pasar por su despacho a coger un papel cuando en casa estábamos esperándolo para salir de vacaciones con las maletas en la puerta, y la grúa le quitaba el coche por dejarlo en doble fila. O se le ocurría llevarme en su Vespa a coger un autobús para ir de excursión sin pararse a pensar que yo iba con maleta. Por no hablar de las muchas veces, al principio de mi exilio estudiantil,  que tuve que desplazarme a oficinas de correos varias porque le pedía un libro que me hacía falta y él aprovechaba el paquete y deslizaba un chorizo y y un salchichón, que en los tiempos anteriores al mercado único no eran mercancías bien recibidas allende los Pirineos. 

    Ayer mismo, leí en la prensa que a un Youtuber inglés  lo han atentido los bomberos a punto de ahogarse porque se le había ocurrido meter la cabeza en un microondas lleno de escayola y con sólo  una pajita para respirar. Porque claro, tiene un canal en Youtube donde para hacer gracia (que es lo único que hacen los Youtubers, y no todos) se admiten todo tipo de ocurrencias peregrinas. Cinco bomberos de la ciudad trabajando durante dos horas para sacar la cabeza del mameluco y posterior traslado a un hospital de la sanidad pública para que lo reanimen. Yo le pasaría la factura de todo ello y lo condenaría a trabajos forzados durante unos años, porque con los Youtubers estoy desarrollando tolerancia cero, precisamente por eso, porque viven de la ocurrencia, no de la reflexión. 

    Pero lo peor de las ocurrencias es cuando en vez de a un padre de familia o a un adolescente descerebrado se le ocurre a un gobernante, y éste incluso convierte la ocurrencia en un estilo de hacer política. Saben de sobra en quién estoy pensando. La última ha sido la de decir que Jerusalén es la capital del estado de Israel, para que mientras él pasa la Navidad en Florida jugando al golf, los habitantes de aquellas tierras se las pasen a pedradas. Y como esa tantas otras. Al ínclito Puigdemont se le ocurrió darse a la fuga tras el 1-O (una infantil manera de llamar la atención) y refugiarse en Bélgica, país de gentes pacíficas a quienes pretende convencer que su integridad  física (con flequillo y gafas) corría peligro  de haberse quedado en España, que es un país lleno de policías torturadores y ciudadanos franquistas, radicales e intolerantes;  y como los belgas no lo saben porque no viajan, no tienen Internet ni leen la prensa, pues ahí está él para explicárselo. Con un poco de suerte, hasta hace caer al mismísimo  gobierno belga en el intento que,  dicho sea de paso, también tiene en su coalición a unos cuantos que gobiernan a golpe de ocurrencia. 

   Las ocurrencias de mi padre eran molestas pero inofensivas, las de los Youtubers, ridículas; pero las de los gobernantes, cuando pasan a la acción,  son peligrosas. A qué estaremos esperando para echarlos?

  

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