jueves, 28 de diciembre de 2017

La columna

    Creo que ya he contado que soy una periodista frustrada, incluso frustradísima. Y creo que todos los blogueros somos periodistas frustrados,  que nos desahogamos en un blog ya que no hemos encontrado un periódico que nos lo permita. Y dentro de la prensa, como no soy especialmente osada y jamás podría ser reportera de guerra o algo por el estilo, envidio a los columnistas, y a muchos de ellos  también los admiro. Y admiro sobre todo a aquellos que tienen columnas en los semanarios y suplementos dominicales, que tienen que escribir con una semana de anticipación sobre asuntos que, para cuando la columna se publica, han dado mil vueltas y ahí es donde se ve la madera del buen columnista: aquel que es capaz de escribir de la actualidad cambiante sin que lo que escribe deje de estar de actualidad aún publicado una semana después de escribirlo. 

   Yo me voy a prestar al juego, asumiendo que no soy (ni seré nunca) columnista.  Estoy escribiendo estas líneas, que no aparecerán hasta la semana que viene, en la víspera de la madre de todas las elecciones, cuando los sondeos lo único que cuentan es que ha subido la participación. Me juego una mano (las dos nunca) a que la cosa va a seguir estancada en ese 50/50 que desespera a los muy extremos de ambos lados y que los no extremistas (yo quisiera encontrarme entre estos últimos) creemos que se arreglaría dialogando sin apasionamiento. Así que me temo que nos aguardan varios telediarios navideños con el asunto en liza, aburrido donde los haya y estancado,  más que una charca. Y si comenzáramos ya de una vez por todas a enseñar a niños y jóvenes el valor de un dialogo sereno, sin banderas, sin amenazas policiales y si me apuran, hasta en inglés, para que ni la lengua sirva de excusa?. La otra opción es seguir votando  hasta el aburrimiento, o como decía la película, hasta el infinito y más allá. 

    De aquí a la semana que viene, unos cuantos españoles van a ser millonarios gracias a la lotería, y yo sé que no seré uno de ellos; y lo sé sin tener que ponerme a aplicar complicadas reglas de probabilidad: no me va a tocar por la sencilla  razón que no juego. Aunque bien pensado, esta vez sí que tengo una participación que me vendió mi amigo el jardinero sabio de Ayamonte, al que se la compré porque era para una asociación benéfica y porque yo siempre hago caso de todo lo que él me dice en varios sujetos que tienen que ver mayormente con las plantas, el mar y las mareas; él me aseguró que iba  a tocar y yo le compré la participación, sabiendo a ciencia cierta, sin ser experta en plantas ni mareas, que no nos tocará. Así que cuando este blog con pretensiones de columna vea la luz, seré tan pobre, o tan rica como soy en el momento de escribirlo.

    Y cuando ésto que escribo vea la luz, calculo que ya habré engullido de dos a tres hogazas de pan, bebido una docena de cañas al menos, y comido  testimonialmente dos o tres langostinos congelados de esos que cada año a Dios pongo por testigo que no volveré a probar. Habré empezado la quinta temporada de "House of Cards" y  espero haber encontrado hueco para ir con mi heredero a ver el octavo episodio de "Star Wars", que tendré que ver doblado al español muy a mi disgusto y el suyo, pero una promesa es una promesa. Los malo columnistas escribimos pretendidas columnas que serán de actualidad dentro de una semana, utilizando información privilegiada (como lo que les cuento en este párrafo) e intrascedente para el devenir de la humanidad...Por eso nos metemos a blogueros, me entienden ustedes ahora? Que siga la fiesta navideña.

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