domingo, 14 de octubre de 2018

Ni sí, ni no

   Mis padres, como muchos de los padres de mis coetáneos, decían a todo que no; a cada pregunta y a cada permiso que pedíamos, ya sabiamos que teníamos un no por respuesta. Luego los más perseverantes, o los más persuasivos, o los que habían pillado a sus progenitores ya cargados de años e iban precedidos por una buena sarta de hermanos mayores, conseguían de vez en cuando arrancarles un sí. Así crecimos, convencidos de que llegaría quizás un día en el que, por antigüedad, nos tocaría decir  que no a los que vinieran arreando. "No" era una palabra de uso común y que todos practicábamos hasta en nuestras correrías juveniles ("OTAN no, bases fuera") en la pelea contra las drogas ("simplemente di: no") o en esas primeras campañas informativas del SIDA que  los últimos capítulos de "Cuéntame" nos han traído a la memoria: "Si da, no da". Vaya! que decir que no era muy corriente y nada traumatizante.

    Pero como los tiempos cambian que es una barbaridad, ahora no se puede decir que no, o si se dice, el "no" merece tres páginas completas de razonamientos o media hora (como poco) de debate familiar. Ahora que mis hijos se me están escapando de las manos, me doy cuenta que yo, crecida y curtida en la cultura del NO, apenas la he practicado con ellos. Seré, como tantos otros padres y madres, víctima de mi tiempo y de los manuales de autoayuda y de ayuda ajena, pero no creo haber dicho que no, como decían mis padres, sin añadir ni un punto ni una coma y sin levantar media ceja. Las pocas veces que he pronunciado el adverbio de negación, lo he hecho después de razonar, discutir, argumentar e intentar convencer...Y así me ha resultado (y me resulta) ésto de la maternidad, un ejercicio agotador. Viene la reflexión al caso, porque últimamente pasan por mi mesa y mantel unas parejas jóvenes con unos tiernos hijos (el último de este viernes tenía un año) a los que sus padres miran fijamente a los ojos diciéndoles que no a ciertas cosas banales: repetir postre, por ejemplo. Ganas me dan de advertirles que se aprovechen lo que puedan y pronuncien esos "noes" recreándose en la única sílaba que contienen, porque en breve, esas criaturas que ahora medio aceptan la respuesta negativa, van a pasar a ser aguerridos sindicalistas con los que pactar a todas horas.

    No es broma, las negociaciones con ciertas criaturas  feroces para fijar una hora de regreso a casa, denegar ciertos permisos y salidas a deshora, apearlos del carro de algunos planes descabellados de viajes, vacaciones, y hasta de estilo de vida, bajar faldas que no se ven bajo el jersey, o subir pantalones que dejan asomar medio metro de calzoncillos, recordar que la ropa no camina sola hasta el cesto de la ropa sucia y que estudiar es un trabajo, requieren argumentos y disquisiciones filosóficas dignas del Concilio de Trento, porque a esta gente que nos reta a semejantes ejercicios desde pequeñitos, no les hemos dicho que no lo suficiente, y cuando se lo hemos dicho, encima lo razonábamos. He conocido niños de tierna edad a quienes el sindicato del metal debería contratar para sacarle a la patronal aumentos de sueldo y prebendas varias, porque son durísimos y tenaces negociadores.

    En la leyenda familiar de mi casa, se cuenta que mi madre decía que no incluso antes de dejarnos terminar la frase de lo que íbamos a pedir. Yo, llevo ya varios años diciendo mucho más si que no, y las pocas veces que digo que no, me lo pienso antes y me hago una ficha técnica de todos los argumentos que apoyan una razón u otra. He dicho que sí muchas veces, con alegría y hasta con regocijo, porque evidentemente es mucho más gratificante; he dicho muchas veces "si, pero" y en esos casos he intentado hacerme entender y que comprendieran mis preocupaciones, porque el "pero" siempre va unido a una preocupación. He intentado dialogar hasta el aburrimiento, como muchos de los que me rodean y no veo yo que el dialogo, la concordia y el debate hayan contribuido a formar generaciones virtuosas de la democracia, sino una panda de descreídos que son capaces de votar al primer energúmeno que sale por un canal de Youtube.

    Nunca pensé que pasar de la fea cultura del no, a la amable versión de si diera tan pobres resultados educativos. Es más, el no sigue dando pingües beneficios, y sino, miren a Pedro Sánchez: "no es no" y ya es presidente del gobierno...Feliz semana para todos.


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