jueves, 22 de noviembre de 2018

Bolero de guerra

    Escuchando esta mañana la radio, me entero que festejamos  los noventa años del Bolero de Ravel, que se tocó en público por primera vez tal día como hoy en 1928 en la Opera de París. También hace 43 años que empezó el largo reinado de aquel Juan Carlos I que llamaron "el Breve", pero esa historia hoy no me interesa tanto. 

    El Bolero si me interesa, y me gusta por repetitivo, justamente. Son catorce minutos de contínuo "crescendo", un ejercicio de virtuosismo orquestal y una melodía simplona que cuesta quitarse de la cabeza el día que lo escuchas: yo, concretamente, muchos días. Más en primavera-verano que ahora, pues una de las utilidades de la pieza es servir de fondo musical a mis carreras matutinas, sobre todo las que van cuesta arriba, porque esa sensación de cada vez más ruido y más trompetas es ideal para afrontar cerros, lomas o avenidas que suben. A mi me lo pusieron justo antes del pistoletazo de salida de una de mis primeras carreras de larga distancia, y fue todo un descubrimiento atlético-musical. 

    Tiene el bolero esa cadencia machacona que se junta con un aire vagamente arabizante, o andaluz que lo hacen fácil de escuchar y ciertamente fascinante; aunque los muy melómanos lo pongan a caer del burro. Yo, sinceramente, si me condenaran a muerte y pudiera pedir un deseo, sería dirigir una orquesta tocando el Bolero de Ravel. No va a ocurrir, me temo. Y supongo que esa cadencia fija que a mí me fascina es lo que saca de quicio a muchos y critican tanto los melómanos;  es casi casi un clamor de guerra, con tanto tambor y tanto soplido de trombones y trompetas. 

    Y aquí va la reflexión del día: Ravel lo compuso en 1928, en teoría para homenajear a Ida Rubinstein, una bailarina amiga, y para entretenerse un rato en lo que se le ocurrian obras mejores de su repertorio. No corrían buenos tiempos para la lírica en ese año 28, y peor se fueron poniendo las cosas después. En aquel año Stalin deportó definitivamnte a Trotsky, Japón hizo una de sus primeras incursiones guerreras en China, en Italia ya funcionaba a pleno régimen el gobierno fascista, en España Escrivá fundó el Opus Dei, Hitler se presentó a las elecciones por primera vez y en Estados Unidos ya se barruntaba la Gran Depresión. Noventa años después: gobierna Trump, nadie es capaz de acabar con la guerra de Siria, Putin se quiere comer Europa a bocados, Venezuela deja morir de hambre a sus ciudadanos nadando en un mar de petroleo y en España, un ministro recibe un escupitajo en el Congreso de boca de un nacionalista enfurecido, que es una definición redundante,  porque los nacionalistas son gentes enfurecidas y además sin razón, generalmente. 

    La música de estos noventa años quizás no haya sido tan machacona y repetitiva como la de Ravel, pero mirando la cosa con perspectiva, y creyendo como creo  que la historia es bastante más circular y reiterada de lo que nos gustaría, da que pensar...No sería el Bolero, en realidad, una marcha guerrera? O fúnebre? Estas son mis cavilaciones, ahí se las dejo. Y de propina la versión bailada, coreografiada por Béjart, otro genio. 


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