domingo, 25 de noviembre de 2018

Viernes negro, chalecos amarillos, cielos azules

    Ayer fue ese día que de repente se ha colado en nuestros calendarios como una fecha a señalar, el famoso "Black Friday" que no nos queda más remedio que traducir por Viernes Negro y  que muchos asocian con rebajas a tutiplén sin tener ni idea de dónde viene el invento. Yo, para variar, no he comprado nada; primero porque soy de poco comprar, segundo porque me he pasado el Viernes Negro varias horas haciendo algo que te impide comprar, malgastar y darte al vicio de la tarjeta de crédito: trabajando. Y para cundo salí de mi puesto de trabajo, las tiendas estaban cerradas y yo como si me hubiera pasado un tren correo por encima, así que eso que me ahorré. 

   Siguiendo con los colores, la última movida de la actualidad va de amarillo, que es un color feo, agresivo y que da mala suerte; al que sólo le perdonamos ser el color del sol y de los pollitos recién nacidos. Los "Chalecos amarillos" son un movimiento ciudadano francés que protesta en origen contra la subida de la gasolina y la pérdida del poder adquisitivo en las familias, a priori, protestas muy loables, aunque lo de la gasolina entre en franca contradicción con el objetivo de salvar el planeta de unos gases que lo ahogan. El problema de las protestas es que en tiempos revueltos (y los actuales lo son)  aglutinan al que tiene razones más que válidas para protestar con el que va a cualquier manifestación porque es una juerga y con el que sólo busca que caiga el gobierno y el parlamento sin pararse a pensar que cuando no hay gobierno ni parlamento lo que viene a continuación tiene muy mala pinta. 

    Aquí donde vivo, como estamos a dos pasos de Francia, los Chalecos Amarillos propios ya se han puesto a cortar los accesos a centros comerciales y gasolineras y dada la afición a manifestarse que tiene este pueblo con el que convivo, me temo que pocos días ya tendremos el manifestódromo listo. Para que se hagan una idea del la Casa de Tócame Roque que es este movimiento: un grupo de  Chalecos Amarillos descubrió a otro grupo de emigrantes ilegales el pasado miércoles en una carretera y se los entregó sin miramientos a la policía; en Francia reclaman que se disuelva el parlamento y se configure una República no liberal (sic) que tome como modelo la de Viktor Orban en Hungría (vayan a la Wikipedia aquellos no informados y mirense lo que hace este buen hombre para gobernar) y como buena Casa de Tócame Roque que se precie, las protestas loables se van a mezclar con la desestabilización a cualquier precio en un escenario que, siento ser tan machacona, a mí me recuerda al de los turbulentos años previos a la Segunda Guerra Mundial. Pensándolo bien, cuando los movimientos ciudadanos se visten todos de un color la cosa no suele acabar bien, recuerden los Camisas Negras de Mussolini, las camisas azules (y luego Viejas) de la Falange y las marrones de la NSDAP de Hitler. 

    Siento fastidiarles el domingo, queridos lectores, con tan grises pensamientos, que son del mismo color que el cielo con el que he amanecido,  ese que últimamente me tenía mal acostumbrada porque a menudo era azul y radiante. Voto firmemente porque vuelvan los cielos azules, el rojo y verde de la Navidad, y hasta el blanco de la nieve si no queda otra;  y se marchen de este horizonte nublado todos los colores que son parte de uniformes desagradables y gentes violentas que sólo buscan volver a tiempos pasados  para nada mejores en este aspecto. Feliz domingo, de todos modos.

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