viernes, 2 de septiembre de 2011

La primera vez que:

    Hoy no llueve, pero septiembre es el mes de la nostalgia, y de los recuerdos y a mi me da de vez en cuando por recordar la primera vez que hice muchas cosas. Se acuerdan ustedes de sus primeras veces? (de todas las primeras veces, no sólo de "esa"...).A mi Dios me ha dado sino la belleza sí una memoria de elefante, que conservo y ejercito para no perderla con ejercicios como éste.

    Recuerdo perfectamente la primera vez que fui al colegio: los de mi generación íbamos creciditos al colegio porque la guardería no existía; me recuerdo con el uniforme de cuadros verdes y apretando la mano de mi madre. Y recuerdo perfectamente la primera vez que vi el mar, que debió ser poco después, en Santander, de donde guardo imágenes borrosas acercándome a la orilla de la mano de mi abuela, que iba correctamente vestida de calle porque las abuelas de entonces no se ponían bañador, que al fin y al cabo lo único que hacían era remojarse las pantorrillas. Y recuerdo la primera vez que conseguí leer un libro de corrido, y hasta el nombre de la monja que me enseñó a leer que se llamaba Dionisia y era más vieja que Matusalén.

   Entre los ritos iniciáticos de la edad adulta, recuerdo con especial detalle mis primeras caladas a un cigarrillo: fue exactamente la semana que nos sacamos todos los escolares de vacaciones gracias a la muerte de Franco, en la tapia de un solar sin construir, Ducados comprados uno a uno y que ya entonces me supieron tan mal, que consiguieron que jamás me enganchara al tabaco a pesar de haberme pasado toda mi adolescencia y primera juventud rodeada de fumadores empedernidos. Tiene gracia que para los que no éramos ni grandes ni pequeños en  el año de la muerte de Franco, el asunto se nos haya quedado grabado por la semana de vacaciones que nos dieron!

    Recuerdo la primera vez que subí a un avión, nerviosa y excitada ante la idea de que las azafatas me dieran "un zumo gratis" para hacer un trayecto de Madrid a Málaga, que ahora el AVE se merienda en tres horas, pero que en los años setenta era como organizar una expedición a las fuentes del Nilo. Ya entonces se ve que me picó el gusanillo viajero que sigo conservando y alimentando. Recuerdo también la primera vez que salí de España "al extranjero de verdad" y no sólo a comer a la frontera portuguesa: me apunté a una especie de pregrinación a Roma en plenas navidades (las jornadas de la juventud de aquel entonces) con dos días de autobús por medio, alojamiento en cómodos pabellones de deportes y conventos varios y cuerpo a tierra en saco de dormir. Pero vimos Roma por tres perras, lo pasamos de miedo y nos hicimos un montón de amigos.Cuando vi este verano a los peregrinos por Madrid me preguntaba cuántos de ellos no habrían hecho como yo aquellos años en los que gracias a las reuniones de Taizé (así se llamaba el invento )conocí Londres, Paris, Roma y Colonia.Me cuesta creer que todos fueran hasta Madrid sólo para escuchar a Benedicto bajo un sol abrasador!

  Y pasando a la historia reciente, recuerdo que hace veinte años un tipo me tiró los tejos como ninguno lo había hecho y aquí sigo con él veinte años después. 

   Y las primeras veces nunca se acaban, porque el 26 de agosto de este año, yo que reniego bastante de los medios de comunicación modernos, me pongo a escribir un blog, y aquí me tienen.

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