martes, 17 de abril de 2012

Variaciones sobre la felicidad

    Volvía yo el fin de semana pasado de mis vacaciones, feliz como un lagarto al sol y dispuesta a hablar de ello, convencida además de que la felicidad era un sujeto del que hablar, visto que hasta se había organizado  recientemente en Madrid un congreso sobre ello y que lo patrocinaba la Coca-Cola, la chispa de la vida, ya saben. Se me coló por medio Don Juan Carlos y su furor cinegético que, por ser 14 de abril despertó la republicana que duerme en mí, así que lo tuve que aplazar porque en ésto del blog una va aprendiendo: o se tiene un talento literario inconmesurable y se escribe de lo que uno quiere o toca hablar de la actualidad. Así que despachada la actualidad puedo volver a mis intenciones primeras, la felicidad y sus estados, no siempre voy a aparecer por estas líneas como un Pitufo cabreado!

    Decíamos que Coca-Cola era la patrocinadora del segundo Congreso Mundial sobre la felicidad, celebrado en Madrid la pasada semana, que aunque no nos cuente nada nuevo siempre es mejor hablar sobre la felicidad que sobre las desdichas. Y en tal evento, la estrella de los ponentes no ha sido ningún actor budista, ni filósofo ni político que valga, la reina del mambo ha sido Sor Lucía Caram, que es una monja dominica de clausura que es argentina y vive en su convento de Manresa, y que ya era famosa antes del congreso porque tiene Facebook, Twitter y escribe en dos blogs que no tiene desperdicio y que les recomiendo como lectura: http://www.alospiesdejesus.blogspot.com/ y el otro dentro de http://www.periodistadigital.blogs.com. Y por si quieren saber de ella en primera persona, léanse la entrevista que publicó "El País" del domingo 15 de abril, donde nos explica a todos lo que es la felicidad: "amar la vida y compartirla", tan simple como eso y sin connotaciones religiosas.

    Por razones que ahora no viene al caso explicar, tengo que confesar que cuando un miembro del clero saca los pies del plato me resulta especialmente atractivo, y me pirro por leer lo que cuenta. Este el el caso de Sor Lucía, que se supone que se dedica a la vida contemplativa y está más puesta en el mundo que muchos de los que caminan por él y que, a pesar de que pensemos que se pasa la vida encerrada, rezando o levitando, resulta que tiene los pies muy bien asentados en la tierra, y dice verdades como puños y alguna que otra cosa que no entiendo pero que no puedo evitar que me haga gracia, como que Rita Barberá nunca irá al cielo...ella sabrá por qué lo dice. Como dirían mis hijos, una "crack", Sor Lucía!

    Y a vueltas con la felicidad, les decía en mi entrada anterior que acababa de regresar de pasar una semana en el paraíso que, con o sin pecado original está situado en una pequeña isla Canaria de nombre La Gomera: no hay que cruzar un océano para encontrarla y de paso, haciendo turismo en ella  se contribuye a incrementar el PIB nacional, tomen nota.  La Gomera es un regalo de la Atlántida hecho de montañas salvajes, barrancos llenos de palmeras, mares turquesas que bañan playas de arena negra y gente amable que vive en pueblos encaramados en lomas donde cultivan plátanos que no nos comemos aquí porque los supermercados prefieren vendernos los caribeños llenos de plaguicidas y madurados en el avión de camino a Europa.

    El paraíso gomero que hemos recorrido hasta su última curva, su último mirador y su última playa me ha mostrado la cara más accesible y más simple de la felicidad, tal cual la describe Sor Lucía. Los lugareños sonríen gratis y viven a una velocidad que nada tiene que ver con la nuestra, y nos enseñan que en una isla donde no hay Zara y donde el móvil se recarga en la mercería del pueblo, se encuentran motivos para pasar los días sin más afán que disfrutarlos.

   Pues sí señores, unas simples y cortas vacaciones en una isla Canaria que aún no está invadida de hoteles como aeropuertos, de pubs con desayuno inglés y de tablaos flamencos de pacotilla; en compañía de la propia familia y de unos buenos amigos (esos con los que te arriesgas a ir de vacaciones sin temor a perderlos) fuera el reloj, fuera el despertador y bienvenidas las horas y los días eternos sin miedo a compartirlos y estirarlos. Y con eso, como diría Vargas Llosa en el título de una de sus novelas, el paraíso en la otra esquina.

   Y de propina, les dejo una prueba fehaciente de la felicidad humana:  la intrépida Sor Lucía entrevistada por el Follonero, escúchenla, dan ganas de ir a pasarse con ella una temporadita al convento!


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