domingo, 24 de marzo de 2013

Diez razones para callarse

    Lo bueno, si breve dos veces bueno. Lo dijo Gracián, ilustre pensador y excelso escritor del Sigo de Oro, y no seré yo quién le contradiga, sobre todo porque a día de hoy, me resulta útil acogerme a la frasecita. Les cuento mis razones para no alargarme mucho en esta entrada.

   La primera, claramente, es por falta de inspiración. Varias cosas bullen en mi cerebro, pero miro por la ventana, veo el blanco que remata los tejados tras la nevada de anoche, en esta primavera que es cualquier cosa menos primavera, y ese mismo cerebro se pone en modo de espera.

   La segunda se la acabo de describir: no puedo más con esta nieve que cae a todas horas, se hace convidada de piedra (o hielo) en todos los acontecimientos de mi vida, no me deja moverme como quiero y me ha tirado ya por tierra en una ocasión tras un resbalón memorable. O para la nieve o yo no sigo adelante. Si conocen ustedes a algún psicioanalista que haya estudiado este problema les ruego que me manden su teléfono.

    La tercera: será por cansancio, por pereza, por saturación, por la nieve o porque es domingo de Ramos, pero tengo el encefalograma plano. Me he dado cuenta porque en este mes de marzo de propina invernal, he empezado leyendo las poesías de Octavio Paz y las memorias de Stéphane Hessel y lo estoy terminando leyendo "Yo, Cayetana" (la autora no hay que nombrarla)...juzguen ustedes, sólo me falta engancharme a "Sálvame"! 

    La cuarta: porque tengo que coger un avión, y ahora que ya nos habíamos quitado de encima la huelga de Iberia, resulta que hay que hacerle frente a la helada.

   La quinta: porque esta semana me ha llegado de la madre patria y de mis conocidos alguna que otra mala noticia, y la tristeza, salvo a Françoise Sagan, que escribió una excelente novela con ese título, no es buena compañera de las letras.

    La sexta: porque toca Semana Santa, con su cortejo de pasos de Vírgenes llorosas y Cristos sangrantes, que no son, valga la pena decirlo, santo de mi devoción. Y ni siquiera me gustan las torrijas, que podrían valer como premio de consolación. Un desastre.

    La séptima: porque veo el pronóstico metereológico para la Semana Santa y anuncian toda la lluvia del mundo...que si cae sobre los pasos y los penitentes les aguará a ellos la fiesta pero nos dejará las calles más despejadas y transitables. Casi que es un alivio, pero ya siento alegrarme por la desgracia ajena.

    La octava: porque gente de quién me fío, me ha dicho que la última de Almodovar es mala e incluso malísima, y ese era uno de mis proyectos estrella para las vacaciones.

    La novena: porque hace un año escribía yo que media España vivía abrazada a la miseria, y de entonces acá, hay 360.000 parados más; hablaba yo de la carnicería de Libia y carnicería sigue siendo, hablaba yo del triste destino de Grecia y este año, sigue siendo triste e incluso acompañado por sus vecinos chipriotas; como si hablar griego fuera una cualidad para llegar a  la bancarrota...

   La décima: porque termina la frase de Gracián diciendo: "y aún lo malo, si poco, no tan malo"...Pues eso.


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