viernes, 2 de junio de 2017

Cien años, tres veces.

    Hace dos días, el 30 de mayo, las fuerzas armadas españolas celebraron su día, los Fernandos su santo, mi amiga Adela su cumpleaños y los lectores de todo el mundo, el cincuenta aniversario de las primera publicación en Buenos Aires de "Cien años de soledad".

    En marzo de 1967, un editor bonaerense, Francisco Porrúa recibía el manuscrito enviado por un periodista colombiano llamado Gabriel García Márquez, con una nota que decía "si no te gusta, rómpelo; olvidaré esta novela". Muy seguro tenía que estar el amigo Gabriel de la validez de su obra, para sugerir al editor que la rompiera después de haberse pasado 18 meses encerrado en casa y fumando sin parar para escribirla mientras su señora hacía lo que podía para mantener económicamente a la familia. El resultado a la vista lo tienen ustedes: más de 30 millones de ejemplares vendidos en ilimitadas ediciones y traducciones a más de cuarenta idiomas, incluidos el Esperanto y varias lenguas indígenas de Sudamérica. Cierto que Ken Follett y si me apuran, hasta las sombras esas de Grey (ni recuerdo la autora) venden tantos libros como esos, pero el de García Márquez no es una lectura fácil, y se publicó en los años en los que Internet y Amazon no eran ni siquiera una posibilidad. 

    Ya les he hablado innumerables veces de mi admiración por García Márquez y de lo mucho que lloré su muerte, a pesar de que nunca le perdonaré su apoyo incondicional a Fidel Castro. Creo que ya les he dicho también en varias ocasiones que este libro ha sido una lectura esencial en mi vida. El primer ejemplar de los dos que tengo, me lo regaló mi padre en la feria del libro de 1981: yo tenía 16 años y lo leí como si me fuera la vida en ello.Se atreven ustedes a proponérselo a sus hijos de 16 años? Yo no, pero esa es otra historia. Después lo leí por segunda vez en el año 2000, aprovechando una estancia de un mes en Colombia. Me pareció entonces que la ocasión la pintaban calva y que entendería la novela todavía mejor. No sé si lo logré, pero si sé que a pesar de pasar noches sin dormir a caballo entre un bebé recién nacido y varias preocupaciones burocráticas, las peripecias de José Arcadio Buendía y su prole me resultaron aun más fascinantes que la primera vez. 

   Ahora, en junio del 2017, me preparo a leer por tercera vez el mismo libro, el único libro que voy a leer por tercera vez (la prueba de la segunda lectura la han pasado varios, pero la tercera sólo éste). Qué me aportará en esta ocasión? Aprenderé algo nuevo? Me veré más vieja porque ya no me impresiona tanto esta lectura como las dos anteriores? O al contrario, me impresionará todavía más la vida de unas gentes que "condenadas a cien años de soledad no tendrán una segunda oportunidad sobre la tierra"...Les pareceré pueril o quizás hasta idiota, pero la posibilidad de meterme a leer de nuevo un libro que me entusiasma me pone de buen humor y me resulta tan excitante como el estreno del último episodio de "Star Wars" o la espera de la siguiente temorada de "House of Cards"; para que vean que no sólo vivo encerrada entre libros viejunos.

    Me pregunto de paso, que ocurriría si la vida de las personas, nuestra vida, se pudiera reescribir o simplemente releer como los buenos libros: qué cambiaríamos, que dejaríamos sin tocar; que capítulos serían merecedores de un subrayado y cuales sería mejor olvidar. Como no puedo esperar tener tres vidas ( ni siquiera una segunda, que ya es fastidio) me tengo que limitar a leer uno de los libros de mi vida por tercera vez y esperar que las páginas de esa lectura me hagan revivir espisodios de la mía propia. Preparados? Listos? Pues comenzamos: 

   "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en la que su padre lo llevó a conocer el hielo".


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