sábado, 9 de septiembre de 2017

Al enemigo, ni agua!

    Aquellos de entre ustedes que sean mis amigos en Facebook ya saben que, desde hace unos diez días,  estoy en pie de guerra. Y quizás se hayan dado cuenta también que servidora en pie de guerra es más pesada que una vaca en brazos...Hasta yo misma estoy asustada de cuán feroz e implacable me estoy mostrando con el enemigo, que es correoso y se rie de mí, también me consta. 

    Para quienes no me sigan les hago un resumen, del cual ya les dí una avanzadilla en la entrada del 30 de agosto: en uno de mis trayectos veraniegos, Iberia me dejó varada en tierra porque anuló el vuelo, haciendo que llegara a mi destino 17 horas más tarde y corriendo el riesgo mi hija, a quien yo acompañaba,  de perder un avión camino de los Estados Unidos con el que tenía que enlazar. La Unión Europea tan frecuente e injustamente criticada a pesar de lo mucho que ayuda a los consumidores,  elaboró hace unos años un Reglamento (el 261/2004 de obligado cumplimiento en los 28 países de la Unión) que establece las compensaciones económicas que las compañías tienen que pagar a los pasajeros cuando ocurren estas cosas. En mi caso son 500 Euros que Iberia no está dispuesta a pagarme porque no le da la gana, aunque no me lo haya dicho con estas palabras. 

    Cuando ocurren estas cosas en las que saben que tienen todas las de perder, las compañías aereas se inventan procedimientos farragosos, todos electrónicos e ineficaces y todos abocados a caer en saco roto. De la misma manera, contestan a correos electrónicos y mensajes en las redes sociales con vaguedades y frases hechas que, probablemente, tienen escritas en unas plantillas que sus pobres operadores telemáticos despachan a diestro y siniestro. Ni se les ocurra llamar por teléfono porque les responderán unas voces de ultratumba, provenientes de Gambia o Bangla Desh,  que son absolutamente incapaces de resolver cualquier problema y perfectamente capaces, sin embargo, de ponerles a ustedes en el disparadero y hacerles que acaben hasta profieriendo al teléfono insultos racistas. Sé de lo que hablo. Después de unas semanas, el pasajero herido en sus derechos y merecedor de una indemnización, acaba tirando la toalla porque más vale  eso que acabar con una subida de la tensión arterial. 

    Pero de vez en cuando, Iberia y sus secuaces pinchan en hueso, como ha ocurrido en mi caso. No sólo por lo mucho que vuelo y lo hartita que me tienen sino principalmente porque me han pillado fresca y descansada (ya saben, el verano invencible)  cargada de razones y convencida hasta el tuétano que esta vez no pasarán. Añádase a eso que soy terca como una mula, que también ayuda. Y después de más de una semana acosándolos en las redes sociales, y de conseguir que me contesten con una sarta de mentiras, me he puesto en manos de unos abogados maravillosos que también funcionan por Internet, pero éstos con mecanismos muy simples, para que se peleen ellos en mi lugar y me vayan contando lo que pasa. 

    Como nuestros mayores decían que en las guerras se aprendía mucho sobre los seres humanos, yo también he procurado sacar mis enseñanzas de esta casi guerra santa en la que me he desgastado durante algo más de una semana. La primera, que me doy miedo de mí misma! No pensé ser tan metódicamente constante y aniquiladora, ni ser capaz de levantarme por la mañana y antes de ir al baño mandarle ya una invectiva al enemigo. No pensé que iba a aguantar el tirón de recibir un bombardeo de sandeces y mentiras como respuesta a mis preguntas y ser capaz de seguir preguntando hasta cinco veces al día, y  he visto con cierto agrado que el músculo de la tozudez bien entendida aún me funciona. Pero como todo tiene un límite, y no quiero convertirme en un ser obsesivamente belicoso y agresivo, ahora serán mis apañados abogados on line (tomen nota www.reclamador.es) los que se peleen con Iberia en los juzgados o donde toque, y yo a disfrutar del descanso del guerrero que, la verdad, creo que me merezco. 

    Si ustedes conocen a quien estas líneas puedan ayudar y esclarecer en batallas similares, háganselas llegar, se lo ruego. Yo me retiro a mis cuarteles de invierno porque el asedio me temo que va a durar tanto o más que el de Stalingrado y tengo otras cosas más interesantes en la que ocupar mis neuronas y mi tiempo libre. Ahora bien, el día que cobre (porque voy a cobrar, la ley me asiste) serán ustedes los primeros en saberlo y ese día, sea cuando sea, no tengo prisa, el enemigo despiadado que soy les pisoteará en el fango, a ellos que vuelan por los aires y ni sé a veces como osamos ponernos en sus manos! He cruzado el Rubicón de mi paciencia, Alea Iacta Est.

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