domingo, 7 de enero de 2018

Realismo, mejor que mágico

    Catorce días de vacaciones navideñas en España, paseando con los ojos y los oídos bien abiertos, dan para mucho. De haber tenido una wifi en condiciones, y menos vida social, me hubiera dado para escribir media docena de entradas;  porque en España, los cronistas de todo tipo de medios, desde Pio Baroja y Galdós, hasta Almodóvar y José Mota, pasando por Goya y Carlos Arniches, no han hecho más que contarnos (con mayor talento que el común de los mortales, eso sí)  lo que oían y veían por las calles. En España, la realidad no es que supere la ficción, es que es mucho más divertida.

    Les dejo sólo una muestra de las últimas horas que he pasado allí, coincidiendo con la víspera de Reyes. Ese día, en mi ciudad, la cabalgata desfiló a paso de legionario por las calles pues llovía a cántaros, y aquí un inciso: tanta rogativa castellana y lamentos por la sequía nos han procurado a los demás unas vacaciones pasadas por agua, pero qué se le va a hacer. Terminada la cabalgata y con las calles atiborradas de gente ultimando compras o festejando lo festejable, los tres Reyes Magos decidieron tomarse unas cañas y una tapita de jamón en un bar,  no de cualquier barrio, sino en la Plaza Mayor;  por supuesto sin quitarse sus trajes de Reyes Magos, que en las provincias no son de Agatha Ruiz de la Prada, sino de disfraz de Reyes de toda la vida. Quedaban aún niños por las calles, a pesar de ser pasadas las once y aquí otro inciso: qué pasa con esos niños descreídos a quienes no es posible mandar a la cama pronto ni el día de Reyes? Yo recuerdo haberme acostado a las nueve en punto muchos cincos de enero, y eso que siempre fui un ave nocturna, incluso de niña. Pues como les decía, los niños que pasaban delante de la vitrina del bar se preguntaban qué hacían allí Melchor, Gaspar y Baltasar, a lo que una madre de esas con recursos, mente ágil y facilidad para la mentira piadosa (ésto es, cualquiera de nosotras) contestó: "reponiendo fuerzas, hijo, imagínate lo que van a tener que trabajar esta noche".  De todos modos voy a escribir al ayuntamiento para aconsejarles que el año que viene les confisquen a los Reyes sus trajes según se bajan de la carroza; ya es bastante complicado mantener la fé infantil en condiciones normales, como para sacar a los Reyes a tomar copas!

    Y al día siguiente, toque de corneta en mi hogar a las 6'30, no para ver qué trajeron los magos de Oriente sino para coger un taxi camino de la estación de autobuses y un autobús camino del aeropuerto. Madrugada de perros a bajo cero y con amenaza (cumplida) de temporal de nieve. Me voy despidiendo entre perezosa, dormida y melancólica de las calles de mi ciudad y veo salir de un par de portales a unas mujeres de allá (allá donde España ya no es España, aunque no podría precisar) con grandes paquetones del Corte Inglés o de tiendas de juguetes. Acaban de terminar de limpiar los portales y escaleras que les asigna la contrata que las emplea y van camino de casa a depositar esos paquetes que no trajeron los Reyes Magos que se hartaban de jamón en un bar la noche anterior, sino ellas mismas, con el sudor de sus frentes y probablemente muchos lumbagos. El propio taxista, serio y amable como son los taxistas españoles, me dice que él también corre a casa después de dejarnos en la estación para dormir un ratito antes de que los niños le despierten porque han llegado los Reyes. El bar de la estación está lleno de extranjeros o asimilados como nosotros, que ya se están tomando sus buenos cafés con churros que ni a mí me entran a esas horas, porque a ver a quién se le ocurre viajar una mañana como esa, más que a los Guiris. Guiris que desayunan como españoles, dicho sea de paso.

    Me monto en el autobús y despierto según paso por Avila y veo la muralla cubierta de nieve, como la carretera por la que me parece un milagro que podamos transitar; y contemplo un paisaje mágico, aún sin amanecer,  en el que se me van a aparecer dos abulenses ilustres que además son dos de los personajes que más admiro:  Adolfo Suarez y Santa Teresa. Al primero me dan ganas de decirle que, visto lo visto últimamente, "la concordia fue posible" pero quizás ya no lo sea más. A la segunda, he de reconocerle que aquello de  que "la paciencia todo lo alcanza", es cierto,  aunque yo sea el ser más impaciente que pisa la tierra. Veo pasar la quitanieves y me digo que quizás ni cojamos el avión, y que el realismo mágico de los escritores latinoamericanos no es mejor ni más poético que el realismo real de los castellanos. Feliz año nuevo, de paso.

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