martes, 30 de enero de 2018

Paisaje con abuelo y nieta (La chica de ayer, 13)

    El abuelo y la nieta pasean por un alcornocal en esa época del año en la que, a pesar del fresco de la mañana,  se adivina la primavera abriéndose paso entre los matorrales de jara y escoba. El abuelo grande, enjuto, siempre vestido de gris y con sombrero, golpea los alcornoques con su bastón y se queda muy cerca escuchando el golpe: este está listo, este otro no, aún no parece que el corcho se haya despegado; la nieta, con anorak dos tallas más grande y botas de agua, escucha atenta e intenta aprender a diferenciar los árboles con el corcho a punto de los que no lo están.
- Abuelo, este corcho podemos arrancarlo?
- Ni se te ocurra, ya vienen unos señores en verano que saben cómo hacerlo, llevamos nueve años esperando. 
   El abuelo sabe que este año vendrán los portugueses, corcheros avezados a sacar las "corchas" que así las llaman ellos,  y como sólo ellos saben hacerlo: de madrugada, con paciencia, primorosamente; y la nieta se pregunta qué tendrá de particular esa corteza que el abuelo lleva esperando tantos años... Tantos como los que ella tiene. 

    Pasa un rebaño de ovejas, todas juntas y apretadas, todas balando a un tiempo, alguna que otra protegiendo a un corderillo temprano. El abuelo las mira  sin mirarlas, y habla con los pastores, que le cuentan las últimas novedades y hablan de un lobo. Un lobo? sí, uno de verdad, piensa la nieta mientras corretea intentando pillar a uno de los corderillos. Un lobo de verdad con todos sus dientes, que pasea por este mismo campo, y viene a comerse estas ovejas que ahora ella está alborotando hasta que uno de los pastores, y el  abuelo, le dicen que pare. Un lobo que será el descendiente de ese otro cuya cabeza adorna el comedor, y que el propio abuelo mató de un tiro y que viene a comerse sus ovejas para vengarse, todo encaja. 

-Abuelo, todas estas ovejas son tuyas?
- hasta que las venda, sí
- Y cuántas tienes? Las has contado?
- Claro que no, las cuentan los pastores y supongo que no me engañan" dice el abuelo guiñando un ojo a uno de ellos. 
   Guiña el ojo a esos pastores, algunos de ellos hijos de los pastores que ya cuidaban las ovejas de su padre, y las del padre de su padre. A éstos de ahora, el abuelo los ha sacado de los chozos donde vivían con sus familias, y les ha hecho unas casitas mínimas, apenas con un tabique divisorio y sobre todo, con agua corriente y luz. El abuelo es ingeniero agrónomo además de ser el dueño de las ovejas, sabe que el campo es tanto o más de quien lo cuida y lo cultiva que de quien lo posee realmente. 

   De vuelta a casa, acercándose la hora de dar buena cuenta de los huevos con migas que prepara Juliana, la niña ve pasar un inmenso toro charolés con todos sus atributos en escorzo. 
-Abuelo, ese toro es macho o macha?
- ríe ahora el abuelo a carcajadas como no lo hace casi nunca y dice:
- macho...Y mucho!
- pero si lleva todo colgando como las vacas!...
- pues mira sí, lo lleva todo colgando, pero ese todo, es de toro y no de vaca, que se dice así; el toro es macho, y la vaca es hembra, no "macha"
- Y entonces? 
- Entonces que te lo expliquen tus padres, y vamos que se nos enfriarán las migas. 

    El abuelo ríe por dentro pensando que esa nieta suya, preguntona, testaruda y que no para quieta, va a llegar lejos en un mundo en el que no cree, que es el de las mujeres que llegan lejos, porque para eso nació en el siglo XIX. La nieta piensa que su abuelo es el tipo más listo, más alto y con mejor puntería que nunca ha conocido, que por algo será puesto que mató un lobo. Lo del toro no le ha quedado muy claro, pero va a comer huevos fritos con migas y apenas se sienta en la mesa ya se le ha olvidado qué era lo que le tenía que preguntar a sus padres.
   

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