martes, 10 de abril de 2018

Semana Santa a toro pasado


  1.     Que dónde me he metido, me reprochan muchos lectores. Pues desconectando, pero de verdad, no como esos pijos de ciudad grande que se van a desconectar a una casa rural y lo primero que piden al entrar por la puerta es la clave de la wifi. Y para desconectar de verdad, hay que  olvidar la conexión principal, esa que nos mantiene unidos gracias a nuestro aparato inteligente con el resto del mundo; en mi caso ya saben: no wifi, no blog. Pero me he llevado mi libretilla, la que siempre me acompaña y donde apunto todo lo que se me va ocurriendo, y que afortunadamente solo necesita un lápiz, o un humilde bolígrafo para funcionar. y el resultado es este diario mínimo de la Semana Santa y días posteriores; bastante pobretón de ideas, pero les aseguro que es complicado pasar semana y media en España y no hablar a la vuelta ni de Puigdemont, ni del rifirrafe entre las dos reinas (si alguna vez lo hubo) ni de lo que se equivoca la AEMET. El resto ya es historia. 
    28 de Marzo: vuelo a Madrid encajada en mi asiento entre un antiguo ministro español que no se ha cambiado de camisa en los últimos tres dias y un agricultor sindicalista a quien le tengo que rogar que deje de hablar por su teléfono cuando el avión ya está rodando por la pista. Este último olía mejor que el ministro. 
    29 de Marzo: Jueves  Santo. Ni un alma por las calles a la hora en la que la televisión retransmite en directo el traslado del Cristo malagueño a hombros de la Legión. De repente hay muchos católicos emocionados delante de las pantallas...O a falta de fútbol, buenas son procesiones. 
    30 de Marzo: me zampo un entrecot y me paso toda la tarde de granizo raja que te raja con una de mis amigas del alma. No me hace falta más, ni siquiera un poquito de sol, mientras cientos de nazarenos lloran por no poder salir a pasear sus cruces. 
    31 de marzo: se puede engullir un cocido completo con todas sus etapas, carnes y verduras; tomar pestiños y torrijas de postre y rematar la faena con dos copas de aguardiente sin morir en el intento? Yes, we can!
    1 de Abril: Domingo de Resurrección . Para bajar el cocido del dia anterior voy a visitar una catarata espectacular en las Arribes del Duero; paseo de dos horas con cuestas vertiginosas. Da igual el gasto calórico: comparto una paella con una familia del lugar, acogedora como pocas. Un dia para el recuerdo. 
    2 de abril: España retoma su ritmo de crucero y la reina Leticia se convierte en la madrastra de Blancanieves. Atención, pregunta que hago por enésima vez al alcalde de mi ciudad: es necesario regar las calles a las ocho de la mañana después de cuatro dias de lluvia?  Sobra decir que me han despertado con el ruido de las mangueras. 
   Del 3 al 6 de abril: estoy perdida en un rincón también perdido de Extremadura donde, si fuera millonaria, me perdería para siempre jamás;  pero como no lo soy, me limito a ir siempre que puedo. 
    7 de abril: mi ciudad está invadida por comitivas de Falleras y  de Moros y Cristianos que han decidido que con quemar las suyas y tirar petardos en sus provincias no basta y que hay que exportarse a otras provincias lejanas. Para junio me temo que aparezcan los Rocieros con sus carretas y en julio los pamplonicas. La globalización mal entendida es muy molesta, francamente.
    8 de abril: vuelo de vuelta sin nada que reseñar. Sin retrasos, sin peleas con esos pasajeros que suben al avión “no sin mi maleta” y con nuestras maletas saliendo puntualmente por la cinta transportadora.

    Estoy en mi casa desde hace dos días, trabajando y dando gracias a la vida por ser eso que otros detestan: cotidiana.

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