domingo, 10 de junio de 2018

Quo vadis, ABC?

    En mi casa (esto es, en la de mis padres) se compraba siempre el ABC; independientemente de ser de izquierdas o de derechas, mi padre sostenía que había que comprar el ABC porque venía grapado, era de pequeño formato y tenía mejores crucigramas. Con estos tres argumentos de peso se compraba el ABC y luego, se podía estar o no de acuerdo con él. Dos argumentos más con los cuales yo coincidía eran la calidad de su suplemento cultural y la columna de Jaime Campmany, que sería un señor de derechas o lo que fuera, pero escribía como un clásico del XVII, osea: muy bien. Pequeño paréntesis: muchos años después, no en una galaxia muy lejana sino aquí en mi propia casa, resulta que la nieta de aquel Campmany que todos admirábamos en mi familia, es una de las mejores amigas de mi hija! Será predestinación? Cierro paréntesis. 

    Pero el ABC, con su grapa y sus crucigramas, se ha metido en una caverna, que no es ni mucho menos  la de Platón sino una muy oscura y con la puerta cerrada, porque sino no se explica uno como no está un poco más al cabo de la calle, y de este país, que no sólo no lo conoce ni la madre que lo parió, como bien aventuró Alfonso Guerra,  sino que además tiene a las mujeres en pie de ídem, que ya iba siendo hora. Mujeres que no sólo están hartas de trabajar lo mismo por menos sueldo, tener horarios laborales imposibles, parir a los cuarenta para no arriesgarse a perder su trabajo y además morir a navajazos por un quítame allá esos niños, o cualquier otro argumento que jamás justificaría un navajazo. El ABC no se entera de nada, o la que no me entero soy yo, que todo puede ser, pero un reportaje como el del 9 de junio sobre "El guardarropa de las ministras de Sánchez" es digno de hacérselo llevar al defensor del pueblo y de calibrar si la libertad de prensa no es a veces, cuestionable. Leánselo, yo si lo leo una vez más me subirá la tensión:
www.abc.es/estilo/gente/abci-guardarropa-ministras-pedro-sanchez-201806090041_noticia.html

    Vamos a ver, independientemente de mis opiniones políticas, no me cansaré de decir que en este nuestro país de nuestras entretelas acabamos de dar una lección de civismo parlamentario: la moción de censura la recoge la Constitución, y la hemos hecho funcionar. Independientemente también del color del nuevo gobierno y de que nos guste o no el que se ha puesto al frente, es un gobierno formado por once señoras y siete caballeros, de los cuales dos son homosexuales, cosa que no me importa lo más mínimo pero que también tiene su importancia. Este gobierno tiene una media de edad bastante elevada: 52 años, cosa digna de encomio en tiempos de juvenilismo a toda costa, y varios miembros en él que no tienen carnet del partido que los ha nombrado ni de ningún otro partido. Si a todas estas afirmaciones le aplicamos la teoría de la intersección de conjuntos (de lo poco que recuerdo de mis matemáticas infantiles) la afirmación resultante es que esas señoras están ahí no por ser señoras (y mucho menos por vestirse de tal o cual manera) sino porque tienen cierta valía para hacerle frente a un ministerio. Insisto, a un ministerio, que no es una cofradía de Semana Santa, precisamente, y que gestiona unos presupuestos millonarios que han salido de los bolsillos de todos nosotros y que todos queremos que se gasten convenientemente. No son Influencers ni Blogueras: son gestoras. Estamos? 

    Démosle a este gobierno los cien días de cortesía política que se merece y démosle leña a las ministras si se la merecen por meter la pata estrepitosamente o meter la mano en la caja fuerte, y dejémoslas que se vistan como quieran. Cada día entiendo más a Angela Merkel, que ha encontrado un uniforme para el día a día que lleva desde el 2005 sin desfallecer y sin hacer caso a los que al principio la criticaban por su monótono vestuario, y que ha conseguido que,  justamente, ese vestuario ya no sea tema de conversación. Y a los del ABC (y a todos los que piensan que reportajes como éste son inocuos) pongámosles a ver en bucle "El cuento de la criada" en Netflix, o si prefieren, que se lean el fantástico libro de Margaret Atwood en el que se basa. Y si no les basta, otra lectura más que es la que tengo ahora entre manos, de un olvidado premio Nobel, Sinclair Lewis: "Esto no ocurrirá aquí". Y luego a ver si son capaces de pergeñar otro reportaje de esos, que además, aunque está sin firmar, me temo que lo haya elaborado una mujer, porque también ocurre que nosotras somos a veces nuestras peores enemigas. 

   Esta tarde de domingo veraniego voy a oir a mi hija cantar en un recital que da junto a otros jóvenes cantantes y pianistas. Yo pienso que canta como un ángel (les aseguro que no es pasión de madre) y dado mi amor por la música, no me disgustaría que fuera cantante. Pero si el día de mañana me viene pidiendo ingresar en el ejército o hacerse conductora de tranvías me tendrá a su lado igualmente. Y que se vista como quiera, y eso que, a veces, les aseguro que se pone cada cosa...Pero el siglo XXI tiene que ser, sí o sí, el de las mujeres; si no, les aseguro también,  que habremos perdido el tren de la historia.


   

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