lunes, 4 de junio de 2018

De película

   Pues sí, lo confieso: me pirran las series de abogados y policías con lío judicial y las de políticos y políticas corruptos y honrados, me las veo todas; es más, si me he abonado a Netflix es, aparte de por la insistencia de mis herederos, para ver todavía más series con más líos de policías, jueces y políticos de las que ya he visto. Y entre otras, he visto con pasión  las cinco temporadas de House of Cards, las tres de "Borgen" y las dos de "Designated Survivor", como en su día vi (con el procedimiento tradicional de capítulo por semana) "La ley de Los Angeles" y "El ala Oeste de la Casa Blanca"; como también vi repetidas veces "Testigo de cargo" o "Doce hombres sin piedad" o "Veredicto final", o "Matar a un ruiseñor" que todas ellas eran peliculas (y muy buenas) de juicios.  O de campañas políticas como "Mr Smith goes to Washington", o "Z" o  "The Ghost Writer" o "Todos los hombres del presidente", que me parece esta última el culmen del cine político. Me gustaba en todas ellas ese punto de realidad que las hacía creíbles, con el alivio que daba después el pensar que todo era una ficción.

   Con el paso de los años, y la habilidad de los guionistas, ese cine político se ha hecho más real y menos de cine, o la realidad se está mezclando peligrosamente con la cinematografía y aún más peligrosamente con las series televisivas que, insisto, en estos tiempos son bastante mejores que muchas películas. Al menos esa es la sensación que yo tengo cuando veo series y después leo la prensa. Todo lo que ha pasado la semana pasada en mi país no hace más que darme la razón, aunque muchos de esos amigos que tengo en las redes sociales me dicen que me calle porque no vivo en España  (de ciertos amigos líbrenos el Señor que de mis enemigos me encargo yo). Busquen en sus hemerotecas digitales (si lo hacen hoy ni siquiera tendrán que rebuscar mucho porque aun aparece en primera plana) un artículo del País titulado "Así se ganó una moción de censura que parecía perdida", frmado por Carlos  E. Cué y luego se vuelven ustedes a mirar los capítulos finales de la segunda temprada de House of Cards y ya me dirán, ya, si la realidad y la ficción no son aquí primas hermanas...

    Pues bien, sin meterme en política ni pronunciarme sobre nuestro nuevo presidente del gobierno, que nos guste o no, está ahí para gobernar, si quisiera pronunciarme sobre esta película que nos ha ocurrido y que tampoco estamos seguros de si se va a convertir en una serie, en un serial y de cuántos capítulos: aprovechemos la situación para explicarle a todas esas generaciones de descreídos en democracia, que son más o menos todos los españoles nacidos de 1975 para acá, lo que ha ocurrido intentando evitar hacer juicios de valor sobre los personajes protagonistas. Expliquemosles qué es una moción de censura, para qué se incluyó en nuestra Constitución, qué otras veces se ha utilizado y si ha funcionado o no y porqué. Recordemos a nuestros hijos, sobrinos y demás herederos que en el imperfecto sistema de gobierno de la democracia (el menos malo según Churchill) el Parlamento es soberano y es en él donde el pueblo deposita su voluntad; y que de ese Parlamento salen nombrados presidentes de gobierno que deben gobernar, porque afortunadamente nuestros Borbones son figurantes y no gobiernan. Y que el que presenta una moción de censura y sale ganador de ella con el apoyo del Parlamento tiene el deber de ponerse al frente del país (que no es una cuestión baladí) porque el apoyo del Parlamento es el del pueblo, de una parte del pueblo de acuerdo, pero en este momento la que suma sus votos y hace que la otra parte deba acatar el resultado.

    Expliquemos a nuestros jóvenes, que aunque sean casi cuarentones y vivan en esta democracia que desprecian y critican, muchas generaciones de españoles se convirtieron en cuarentones viviendo en una dictadura, cosa bastante menos agradable. Seamos honestos con nuestra historia y capaces de decirnos que cualquier tiempo pasado no fue mejor, que quien vota ejerce la soberanía a la que tiene derecho y quien no vota, el único derecho que tiene es a estar calladito. Seamos igualmente capaces de reconocer que, por mucho que no nos guste el resultado de la película parlamentaria, al menos hemos podido demostrar a los estados democráticos que somos como ellos, capaces de luchar contra la corrupción y capaces de crear un marco legal donde todos pueden opinar, incluso los que dicen una tontería tras otra como los catetos nacionalistas. Quizás los que allende los Pirineos nos critican por tener presos políticos en Cataluña que no son tales, se hayan dado cuenta con lo que ha ocurrido que hasta ellos desde el Parlamento nacional pueden tumbar un gobierno.

    Aprovechemos la ocasión, amigos y lectores, para recordar que "todo ésto de las votaciones" (Mariano dixit) no siempre estuvo ahí, y que presentar una moción de censura y ganarla no siempre es como recibir un regalo de los Reyes Magos. O quizás, españoles todos, habrá llegado el momento de decirnos unos a otros que los Reyes Magos son los padres. Hacerse mayor a veces es fastidioso.


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