miércoles, 19 de septiembre de 2018

Robar, con todas sus letras.

    Hace unos dias, un operario que vino a mi casa a controlar unos radiadores, aprovechó la ocasión para sustraerme dos pares de pendientes. Tuvo la habilidad de llevarse los dos pares que más me pongo y que además de un cierto valor económico tienen alto valor sentimental; pero esa fue su única destreza pues fue tan torpe que lo pillaron y yo he recuperado mis pendientes. Me alegró la eficacia de sus jefes, que fueron los que le hicieron confesar y gestionaron la devolución del botín pero me dejó perpleja una petición que me hicieron después,  pues me pidieron escribir un correo explicando que todo había sido un malentendido y que yo había recuperado mis joyas, para que el pobre ladrón no sufriera consecuencias laborales más allá de perder su trabajo, porque ellos, por supuesto, lo despidieron. Supondrán ustedes que me  negué, y le expliqué telefónicamente al gestor empresarial que un robo no es un malentendido; espero que él si  lo entendiera, aunque tampoco me preocupa, la verdad. 

   Robar es una palabra muy fea y en estos tiempos de corrección política absurda, se está convirtiendo en un vocablo impronunciable, y mira que se roba más y mejor que nunca y con más impunidad si cabe que en muchos tiempos pretéritos; que no tengamos a Curro Jiménez asaltándonos por los caminos no significa que robar haya pasado a la historia. Que el número de tirones de bolso por parte de drogadictos con mono de heroína haya descendido, no significa que no te puedan distraer la cartera, o el móvil, o ambas cosas, en cualquier parada de metro; y con todo ello, estamos hablando de robos sencillitos, donde queda claro quién es la víctima y quién es el ladrón. Por cierto, "ladrón" otra palabra que empieza a ser viejuna porque lo de ahora son defraudadores de hacienda, desfalcadores, corruptos o inversores extravagantes... ladrones, vaya!

    A los católicos y religiones afines, bien clarito se lo dejó el Altísimo en las tablas de la ley , el octavo Mandamiento no se anda con florituras y dice con todas sus letras "no robarás", que para otras cosas bien que hablan con perífrasis como en aquel que dice "no consentirás pensamientos ni deseos impuros". Y a pesar de esa claridad, en los países católicos se roba como en los demás. Y se roban miles de cosas que no son dinero ni bienes materiales: a los niños este mundo de pantallas y telefonía les ha robado una infancia al aire libre que es muy necesaria; los adolescentes (y no tan adolescentes)  y su vicio de descargar todo lo que pillan en la red, roban horas de creación literaria, cinematográfica, televisiva y demás, y lo peor es que no son conscientes de que es un robo. Los bancos nos roban sistemáticamente cada mes, y casi en cada operación que nos hacen cuando lo suyo es guardar el dinero de los clientes y no robarlo. Netflix nos roba horas de sueño y de lectura y encima pagamos por ello; los que se cuelan en los transportes públicos roban a los que los mantienen con sus impuestos; las aseguradoras nos roban sin esconderse, porque el día que de verdad te pasa algo y tienen que pagar por ello, si te he visto no me acuerdo; roban los peajes de las autopistas, las compañías telefónicas, los gimnasios de abono, las marcas de ropa fabricada por niños, los editores de libros de texto que arruinan familias enteras a principios de curso, las compañías aereas (hay una que me robó hace algo más de un año y aún estamos en pleitos) y los administradores de fincas a sus administrados.

    Y después de toda esa lista de robos que hay que sufrir sin rechistar, y para una vez que me roban y está clarísimo cómo ha sido y quién lo ha hecho, pretenderá un señor empresario que a un robo lo llamemos "malentendido"? Pues va a ser que no...Y ya puestos,  el tiempo nos roba la vida desde el día en que nacemos, y aún nadie le ha puesto un pleito!

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