jueves, 3 de enero de 2019

El tiempo suspendido

    Esta mañana ha sonado el despertador. Puede que no sea una noticia de primera plana, pero es un pistoletazo de salida. Ha sonado y retumbado en mi cabeza como si en vez de un despertador fuera la sirena que avisaba de la llegada de los bombarderos en la guerra. En cuál? elijan ustedes, yo personalmente no he vivido ninguna y espero morirme sin  vivirla, pero he visto muchas películas y en todas ellas,  la sirenas que avisan a la población suenan igual. Y mi despertador de esta mañana, cual sirena. Aún tengo taquicardia.

    Ha sonado el despertador y de repente, el tiempo se ha puesto en marcha. Porque en mi persona y en mi casa, el tiempo llevaba detenido doce días. Que sí, que sí, que no he estado secuestrada ni haciendo ejercicios espirituales, que he celebrado la Nochebuena, la Navidad, la Nochevieja y la madre que las trajo a todas; que he mandado miles de felicitaciones, tanto navideñas como de Año Nuevo hasta que el Whastapp comenzó a echar humo. Que he cocinado de lo lindo y  comprado comida a todas horas, y que a falta de un roscón que no sé si este año se me va a lograr por lejanía del lugar de los roscones, hasta me he cogido un buen entripado. Que por fin he visto "Roma" y "Mary Poppins" y he escrito un par de entradas más de este blog; y hasta he ido al teatro en Nochevieja (grata experienca que recomiendo vivamente). También he visto todos los capítulos que me faltaban de "La República" y varias películas más. Así que ya ven, no me he mudado del planeta tierra. pero el tiempo no corría...O al menos lo hacía a mi favor. 

    En esta Navidad de este año, en mi caso un tanto atípica, el tiempo se ha detenido. El ladrón de los días y las noches ha dejado de perseguirme implacablemente y, por una vez, las horas han dejado de tener sesenta minutos. Los días y las horas de luz eran pocas y las noches largas, pero eso a quién le importa cuando tienes una buena cafetera, y el mando sobre el mando del Netflix, valga la redundancia? Creo que por fin me he demostrado a mi misma que soy capaz de hacer la vida del cerdo sin tener remordimientos; a mis más de cincuenta y sin ayuda de un psicoanalista, es todo un progreso.

    La Navidad esa de la que buena parte de la población reniega y maldice (por el postureo, que dirían mis hijos) es quizás el único momento del año donde prima la buena voluntad y el tiempo nos abre un paréntesis;  allá nosotros si no queremos agradecerlo.  Como no estoy en España, además de no vivir permanentemente cabreada porque haya elecciones, o porque no las haya, o porque lo que sale en ellas no gusta, tampoco puedo prolongar el paréntesis hasta después de los Reyes, lamentablemente.  Aquí ya estamos bordeando el zafarrancho de combate y por eso no me extiendo mucho más, que en unas horas sonará de nuevo la sirena anti-bombarderos.

   Y por ser la primera entrada del 2019 me permito una línea filosófica. "Amaos los unos a los otros", dijo un profeta hace dos mil años; y debe ser harto difícil, porque no lo conseguimos ni a tiros. Ellen deGeneres, que es casi, casi como un profeta, dice que mucho se arreglaría en este mundo cruel si todos intentáramos "simplemente" ser amables con el prójimo (sin necesidad de amarlo, vaya). Pónganlo en práctica. Tienen ustedes, como tengo yo a día de hoy,  362 días por delante para aplicarse.

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