domingo, 12 de febrero de 2012

Bajo cero, sobre hielo, bajos ánimos.

   Cuando ésto escribo, llevaremos en mi lugar de residencia doce días, que se dice bien, sin llegar a cero grados. Mañana nos han prometido los gurús del tiempo que pasaremos a las temperaturas positivas en un conjunto de lluvias heladas y brumas matinales que no sobrepasarán dos grados y se supone que tenemos que celebrarlo... El que se dejó abierta la puerta en Siberia parece que ya se ha acordado de cerrarla; con razón en mi casa de pequeños nos decían que no había nada peor que ponerse en la corriente. 

   De Rusia nos han llegado en la historia todo tipo de vientos helados: unos acabaron con Napoleón y otros con las tropas de Hitler; unos prometieron que la revolución de proletariado era posible y otros dijeron que la Perestroika acabaría con todo ello. Unos y otros dejaron paso a un país grande y desmesurado al que cuesta darle el apelativo de estado de derecho, donde gobiernan por riguroso turno dos señores de los cuales uno gusta retratarse con fusil en mano y torso al desnudo. De Rusia vienen los dueños de media Costa del Sol y media liga de fútbol inglesa, sin que ni la primera ni la segunda hallan ido a mejor por ello. Y de Rusia llegan millonarios con el papel higiénico con estampado de tigre a juego con las cortinas  y la ropa interior, que ganan sus millones  traficando con todo lo traficable. 

   También llegaron vientos templados en forma de grandes y gordos novelones que nos leíamos los veranos o en caso de hepatitis, y que volveremos a leer cuando nos jubilemos (si nos dejan) porque para agarrar de nuevo "Guerra y Paz" o "Los hermanos Karamazov" hace falta el tiempo que a todos nos falta. Y vientos cálidos, como los que me traen la música de Tchaikovsky o de Shostakovich, algún pedazo de Rimsky-Korsakov  y alguno que otro suelto de Mussorgsky. Visto en su conjunto, no es mala herencia. Pero esta vez, Rusia sólo nos ha mandado frío, viento helado, rachas de nieve y más viento helado para que la nieve no se funda y el hielo nos haga resbalarnos y, con suerte, nos deje un buen moratón en las posaderas, y sin suerte una pierna rota. 

   Y si además todo eso nos lo mandan en tiempo de crisis, se cuentan muertos por decenas porque la gente vive en la calle o se le acaba el presupuesto para pagar la calefacción, porque los viejos que viven sólos se caen, se resbalan y les da la hipotermia, porque hay familias que no tienen medios para curar a niños con bronquitis tremebundas que en pleno siglo XXI aún se los llevan por delante. Conclusión: el frío no es nada democrático. 

    Y a los ciudadanos de a pie se nos queda la nariz como un témpano, nos recluimos en casa sin salir ni a comprar el periódico y así, díganme cómo se va a reactivar el consumo, dejamos el coche en el garaje para no terminar atravesados en un arcén y no hay quién compre un kilo de puerros al precio que se ponen cuando se convierten en puerros bajo cero. A los forofos les suspenden los partidos de fútbol y a los niños los envolvemos en siete capas superpuestas que les hacen caminar por la calle como si estuvieran todos afectados de una hernia inguinal doble. Alguien es capaz de hacerme una lista de las ventajas del invierno? Aquí estoy esperando... Feliz semana a todos. 

1 comentario:

  1. Querida Concha, como siempre te doy la razón en todo lo que nos cuentas, pero por si te sirve de consuelo allá voy con un pequeño guiño a este frío que nos invade. Cuando nos atrevemos a sacar la punta de la nariz a las calles nevadas, vacías de coches que se esconden en los garajes, de pronto nos damos cuenta de lo bello del silencio gracias a esa capa de nieve que amortigua y espanta los ruidos a los que estamos tan acostumbrados y que solo notamos cuando no están. A esto yo añadiría la luz que ganamos con el manto de nieve que lo ilumina todo. Un besote, Silvia

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