viernes, 3 de febrero de 2012

Con la Iglesia hemos topado (segunda parte)

    Como en los seriales televisivos, los capítulos importantes tienen segunda parte. Tras despacharme a gusto con los obispos hace tres días, esa misma tarde el ministro de educación anuncia en rueda de prensa el final de la asignatura de educación para la ciudadanía, y su sustitución por una nueva materia llamada "educación cívica y constitucional"; que parece lo mismo pero dice el ministro que no lo es sobre todo porque en esta nueva "no aparecen los contenidos donde se invade el terreno de la moral" y porque el nuevo temario "quedará libre de adoctrinamiento ideológico". Bien está sino fuera porque temo la larga mano de los prelados en la maniobra. No es un temor injustificado, llevan cuatro años llamando a la desobediencia civil en este tema, los mismos de existencia de la asignatura. 

    Yo fui parte de la primera generación de españoles que tuvieron que estudiarse la Constitución como asignatura. Era por supuesto una asignatura "maría" en la que nadie suspendía (como la religión) que al menos trajo como cosa buena el que todos nos la tuviéramos que leer en clase, por lo menos. Y en mi caso, la leíamos al alimón de la monja que impartía la lección, tan ignorante en la materia como nosotros, aunque para monja y de los años setenta-ochenta, bastante más flexible de pensamiento que nuestros queridos obispos protestones. Visto con la perspectiva del tiempo y con el final del largo tunel del que salía España, aquella constitución explicada por la monja era lo más parecido que podía en contrarse a un "amaos los unos a los otros" en versión legislativa. Si los escolares de ahora retoman el estudio constitucional con el cambio de programa, no sería mala cosa.

    La educación para la ciudadanía es una asignatura presente en los programas escolares de más de media Europa; de hecho, tiene su origen en una recomendación del Consejo de Europa de 1997. No parece que en otros países su aparición haya provocado tanta polémica como en el nuestro. En España, parece que preocupa, en palabras de la Conferencia Episcopal y sus seguidores, que se retire a los padres el derecho a educar moralmente a sus hijos, y a quién no? Sólo añado que si todos lo hiciéramos eficazmente la escuela podría dedicarse a otra cosa, pero por desgracia no es así. 

   Mirando los contenidos generales de la asignatura (publicados por Real Decreto 1513/06) no acabo de comprender tanta acritud. Me cuesta entender que alguien pueda estar en contra de que se explique la igualdad entre hombres y mujeres, el fomento del respeto y la convivencia, la tolerancia, el rechazo del racismo y la injusticia social, el ejercicio de los derechos y deberes en democracia y la valoración de los servicios públicos y los bienes comunes, por nombrar sólo los capítulos generales, que mire usted por donde coinciden en buena parte con la Declaración Universdal de los Derechos Humanos. 

    En serio piensan que se puede alguien oponer a que nuestros hijos asimilen estos valores desde pequeñitos? Otra cosa es que discutamos si se puede enseñar o no, pero llegados a este punto habría que preguntarse también si se puede enseñar la religión...Lo siento señores lectores, pero una vez más el lobby obispal vuelve a meterse donde no le llaman, y lo peor es que encuentran quien les hace caso no sólo entre los feligreses, lo que es normal, sino entre los que nos gobiernan, que son también el gobierno de los no feligreses. O de los feligreses de otras religiones, que existen. 

   Acabo con un ejemplo: en el colegio de mis hijos (centro público situado fuera de España y sólo parcialmente dependiente de los programas ministeriales) hay que optar por religión o moral, que es el nombre que recibe la educación para la ciudadanía en este caso. Mi hijo mayor realiza trabajos sobre la violencia contra las mujeres, la caza ilegal, el trabajo infantil, el hambre o la malaria y se sabe la declaración de los Derechos Universales del Hombre a una edad en la que yo ni sospechaba que existía la tal declaración. No se qué me deparará el futuro, pero creo que las bases para hacer de él un ciudadano honesto ya están sentadas; tampoco se lo que hacen los que han optado por religión porque no lo cuentan, pero sí veo que, precisamente este año, en algún que otro conflicto escolar los alborotadores, eran alumnos de religión. Va a resultar más fácil de  transmitir el mensaje de la ciudadanía que la palabra de Dios, no deja de tener gracia... 

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