domingo, 19 de febrero de 2012

Jamón, Jamón

    Tengo un jamón en casa. Y me da por anunciarlo como quien tiene un perro o un gato y lo hace miembro de Facebook, o como quien cambia de coche y envía la foto a sus contactos vía iphone. He aquí pues el anuncio oficial de mi página web oficial: tengo un jamón que en estos momentos preside mi cocina desde lo alto de su jamonero, la aromatiza, la decora y nos alegra a todos la vista, el olfato y los estómagos. Lo destapamos de día y lo tapamos de noche, y lo untamos de aceite de oliva cada vez que cortamos para que no se seque ni se ponga mohoso; si no fuera porque está ahí para acabarlo y su aspecto es más escurrido cada día, darían ganas de sacarlo a pasear.

    Tener un jamón en la cocina es tan bueno para el ánimo como la luminoterapia o comerse la tableta de chocolate a escondidas. El jamón es a la vez ornamento y golosina, olor y sabor, presencia y buen recuerdo, avío de cenas apresuradas y desayunos con gusto a vacaciones y no sigo porque acabaré poniéndome cursi. Y como todo son ventajas y ningún inconveniente, yo me regalo un jamón dos o tres veces al año con la facilidad añadida de que en la era Internet, el jamón llega solito hasta la puerta de tu casa aunque vivas en Varsovia. De paso, me permito hacer un poco de publicidad a un paisano que es mi proveedor: www.tujamonencasa.com. Dos clicks de ratón, un número de tarjeta de crédito y en 48 horas, como bien se anuncia, tu jamón en casa, sin mancharte la maleta de grasa y sin tener que comerte las tristes lonchas envasadas al vacío y pegadas al plástico.

    Y qué tiene el jamón que no tengan otras viandas? Paso a enumerar. Para empezar una  ristra de vitaminas y propiedades alimenticias que no detallo porque esas se las leen ustedes en una revista; una presencia estética imponente, un olor especial, que no perfuma pero tampoco desagrada y que provoca curiosas reacciones, algunas cinematográficas incluso:


    Tiene un sabor que son mil sabores a la vez: a bellota, a monte de encinas, a bocadillo de excursión, a sal, a tomillo, a romero, a primavera y a bar de carretera. Tiene la virtud de obligarnos a comerlo con un buen vino y a ser posible con buena compañía; y si la compañía es mala, se perdona si el jamón es bueno. Yo tuve este fin de semana a una panda de amigos en casa que vinieron a comer jamón y sin tener que pasarme la tarde entera en la cocina, ya sabía yo que la cena sería un  éxito de crítica y público. Y da mucho juego en la red:



    El jamón de bellota es embajador oficial de España, y una de las poquísimas cosas que los chinos aún no han conseguido imitar, aunque llegará también el día en que lo logren, y tiene la capacidad de reunir a su alrededor a gente variopinta a la que cosigue poner a tono, hacer comer, beber y conversar. Me pregunto por qué no lo usarán más en las negociaciones de tratados y discusiones de convenios sindicales; si no fuera porque es alimento prohibido en ambas religiones, juraría que un buen jamón sería capaz de terminar con el conflicto árabe-israelí. Se sabe que Felipe González, en sus años de presidente invitaba periódicamente a jamón en la famosa "Bodeguiya", y hasta ahora es el inquilino de mayor duración que ha tenido la Moncloa (será por eso?); quizás podríamos enviar un buen cargamento de patas de Jabugo o de Guijuelo a los famosos mercados (allá donde se encuentren y sean quienes sean) para que dejen en paz a la pobre deuda soberana y a nuestro pobre Euro. No se si escribir a Mariano y darle la idea...

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