miércoles, 8 de febrero de 2012

Parados, parientes y productividad.

    La crisis es un hecho fastidioso pero normal  en la historia, aunque allá donde se instala provoca fenómenos a veces paranormales. En España, además de los sustos financieros y de un cambio de gobierno acelerado, la crisis nos ha dejado por ahora 5.300.000 parados que, si seguimos con la tendencia a superar los límites millonarios acabarán siendo seis millones no tardando mucho. En cualquier otra parte estarían temiendo un estallido social, y en España, gracias a las familias y a su labor social, parece que la cosa se queda sólo en "preocupante". 

    Dicen los entendidos que gracias a las familias evitamos que la mitad de esos cinco millones, que a estas alturas ya no cobran ningún subsidio, estén cantando "la muralla" en las bocas de metro y otra buena mitad nos ponga la mano o el platillo en la puerta del Corte Inglés. En este caso la labor familiar consiste en dar cama y comida a los que no trabajan, eventualmente hacerse cargo del pago de la hipoteca y en el caso de las "madres españolas de toda la vida" (especie tipificada) se añade el planchar camisas, hacer la cama y preparar doble ración de tortilla cuando juega el Madrid y lo dan en abierto. Forges lo explica mucho mejor que yo:


    A fuerza de llevar veinte años fuera de España, y de ver varios modelos familiares en los países donde he vivido, me he dado cuenta que la familia española es un fenómeno altamente paranormal. No me detengo a describirla porque ya la conocen ustedes, pero sí quiero mostrarles las derivas a las que ha llegado el modelo familiar patrio gracias a la crisis; o cómo la crisis le ha dado una vuelta de tuerca a situaciones que, explicadas fuera del contexto español son difícilmente creíbles. Mucho hablamos del alto tanto por ciento de familias donde nadie trabaja porque desgraciadamente no pueden, y poco de esas familias donde muchos no trabajan ...porque no quieren, o al menos no lo quieren lo suficiente. 

    Caso clínico número uno: familia bastante numerosa, el padre siempre trabajó, la madre siempre fue ama de casa, las hijas heredaron la afición al hogar, se casaron y algunas, divorciadas y sin empleo vuelven al hogar paterno, donde se juntan con otros hermanos o hermanas que nunca se han ido porque nunca trabajaron, por motivos variopintos. Suele haber nietos bajo el mismo techo. Conclusión: con el sueldo o pensión más apaños del cabeza de familia viven entre ocho y diez personas de edades y generaciones dispares. 

   Segundo ejemplo: los dos padres trabajan, tuvieron un negocio boyante en los años golosos aunque ahora con telarañas, como todos. Los hijos salieron malos estudiantes confiados en poder colocarse algun día con los padres y vivir todos del mismo bote. Papá y mamá además de trabajar corren con los gastos de todos incluso con las deudas de algún negocio paralelo montado por los herederos y que salió mal. Los herederos a su vez se han hecho a la buena vida y a éstos no les hables de marcharse a buscar trabajo a otro país, ni siquiera a otra ciudad; alguno incluso se ha casado, trayendo otro parado más a casa que también esperaba colocarse en el negocio familiar que ya no da para más, y del que antes vivían cuatro y ahora diez, y del que el padre de las criaturas sólo podrá jubilarse el día en que salga camino del cementerio, dada la cantidad de bocas que alimenta. 

    Caso clínico número tres: matrimonio de funcionarios cuyos hijos o son malos estudiantes o han estudiado unas carreras altamente inútiles que les han hecho licenciados en paro desde que estaban en primero de facultad. Hacen cursos de inglés y encuestas por teléfono una vez al trimestre, y con eso y la fundación familiar tienen para tabaco y para la factura del móvil así que no piden más, tampoco lo dan. Entre estos apáticos están esos que dicen que votar no sirve para nada.

    Díganme ustedes que el paro es un drama y que no hay que bromear con ello, y añadan que estoy haciendo el retrato de una capa de la población con cierto acomodo. Cierto es, como que si prosigue la crisis y los herederos continúan sin querer trabajar serán una casta de nuevos pobres que habrán atravesado los años productivos sin ganarse ni un miserable real . Son más de los que nos imaginamos, y no cuentan en las estadísticas. Imagínense si se da la Merkel un paseíto por España y nos pide explicaciones sobre este fenómeno...a ver quién le arranca después ni dos céntimos de calderilla...

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