martes, 11 de octubre de 2011

Angustias vitales

   Y de repente llegó a escena un ex futbolista argentino reciclado en entrenador y psicoanalista (para lo segundo con ser argentino basta) y dijo para justificar los malos resultados de sus jugadores que éstos cuando saltaban al césped del Bernabéu sentían "miedo escénico"; que debe ser algo parecido a la angustia del montón de cuartillas en blanco del escritor, o a la del lienzo en blanco del pintor, o al patio de butacas vacío del actor. O a ese sueño recurrente  que dicen los políticos que tienen antes de un mitin importante en el que se presentan ante miles de personas para hablar y lo hacen como Dios los trajo al mundo...Está visto que las angustias son también clasificables por oficios.

   Yo como soy funcionaria (repita el coro a mis espaldas "los funcionarios, ya se sabe") me pregunto qué tipo de angustia habré desarrollado con el paso de los años. dadas las características de mi oficio me debería preocupar el quedarme sorda pero si eso llegara alguna vez a quitarme el sueño, sería por no poder escuchar música o las voces de mis seres queridos; lo de la profesión ya veríamos cómo arreglarlo.   Así que como alguna preocupación hay que tener me he puesto a pensar y me doy cuenta que en mi vida hay dos angustias recurrentes, que paso a relatar para que aquellos de mis lectores y sin embargo amigos que se interesen por la psicología le encuentren alguna explicación freudiana y, de paso, me la cuenten. 

   La primera es que se acabe el papel higiénico en mi casa, o en casa ajena, por estúpido que parezca. Ya saben, en las casas de los solteros los rollos se compran en paquetes de cuatro, y en las familiares de veinte en veinte rollos, a pesar de lo cual un día se escucha desde el pasillo:
- "se acabooo el papeeel" (con cierto tono de urgencia y a la vez fastidio)
- "Y cómo es posible si hace nada miré yo y quedaban dos rollos" (responde el encargado, -a de la intendencia)
- "pues no se pero siempre me toca a miiiii" añade el damnificado.

   En las casas de la España post Guerra Civil, se troceaba el diario local una vez leído y se le daba un segundo uso en las posaderas, pero para los que hemos crecido con los anuncios del perrito de Scottex eso ya no es ni siquiera un recurso a considerar. Queda la opción Kleenex, que ya se sabe que es culpable de muchos atascos en los inodoros, y como dice Woody Allen: "yo no se si Dios existe, pero si existe seguro que no es capaz de encontrar un fontanero en Manhattan".  Así que yo, cuando voy al supermercado, toque o no toque compro papel higiénico, y cuando voy de fin de semana a ese invento patentado para que te quedes sin amigos que es alquilar una casa rural con los amigos, llevo ración doble para que a nadie le falte. Y si los fabricantes me hicieran caso harían paquetes de cien rollos y los entregarían a domicilio, y no les faltarían clientes.

   La segunda de mis angustias es menos prosaica y parece ser que compratida por muchos de mis amigos: las noches antes de viajar (sobre todo si es por vacaciones) sueño que pierdo el avión por el motivo más absurdo que se pueda imaginar, e incluso que salgo corriendo tras él pretendiendo alcanzarlo. No tiene nada que ver con una fobia a volar, pues cuando era pequeña y las monjas de mi colegio me llevaban de excursión, ya soñaba la noche antes que perdía el autobús. Parece ser una obsesión viajera fácilmente clasificable.

   Lo del papel higiénico, ahora que lo pienso, debe tener alguna explicación más enrevesada, o algún trauma infantil en su origen que se me escapa. Los interesados en la psicología y las ciencias del conocimiento humano pueden contactarme en estas páginas si encontraran explicación, les estaré eternamente agradecida.

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