miércoles, 18 de enero de 2012

Un barquito de cáscara de nuez

     Sólo que este no era un barquito (300 metros de eslora, 35 de manga, alto como un edificio de 17 pisos, 4000 pasajeros y 1200 tripulantes) aunque a juzgar por las imágenes de la roca incrustada  el casco sí era de cáscara de nuez. La canción de Gaby, Fofó y Miliki continuaba diciendo "un mosquito sin miedo va en él, muy seguro de ser buen timonel". Parece que este barquito naufragado el pasado sábado iba con un mosquito al mando, o con un humano cuyo cerebro no era más grande. Un mosquito timonel, que se paseaba por la costa con semejante mole como quien lo hace en un barco de pedales y que cuando la cosa  se torcía y ladeaba peligrosamente puso en práctica aquello de "m........ el último": saltó (él dice que se cayó) sobre un bote salvavidas y llamó a la "mamma" para decirle que estaba a salvo. Desde luego los turistas viven peligrosamente.

    Lo del crucero era antes el  símbolo del viaje con glamour, premio a 25 años de matrimonio como mínimo o cobro de un premio gordo de lotería. En los años 80 era sólo una serie de televisión. Ahora el crucero es el equivalente de la semanita en Benidorm con la que se recompensaban de vez en cuando los curritos de la España de Fraga y cuidado si en breve plazo no los incluye el Inserso en su oferta vacacional...si es que el Inserso aguanta el chaparrón y sigue existiendo, claro. 

   Yo hablo con conocimiento de causa, ya probé hace un par de años la experiencia crucero y visto lo visto creo que para mí los episodios de "Vacaciones en el mar" se han terminado. Además yo que creo en poquitas cosas, creo firmemente en el gafe, y repasando la historia familiar veo que tenemos un gafe cruceril rondándonos, así que más vale no tentar a la suerte. Me explico. 

   En 1935 mis abuelos hicieron su viaje de novios en un crucero llamdo Rex, italiano, de la empresa madre de la actual naviera Costa Crociere. El Rex era considerado en aquel entonces el heredero de Titanic, había hecho su viaje inaugural en 1931, cuatro años después lo cogieron mis abuelos y en 1944 fue bombardeado por los alemanes en plena guerra. Unos años después, en 1992, mis padres se premiaron tras muchos años de matrimonio con un  viaje de quince días por todo el Mediterráneo a bordo del Achille Lauro (otro buque Costa) que había sido raptado por un comando palestino en 1985 y que dos años después del viaje de mis padres, en 1994 ardió en mitad del Indico, aunque no hubo más que dos muertos y por crisis cardiaca, pues todos los pasajeros consiguieron evacuar el barco sin problemas.  En el 2009, mi madre nos invitó a todos por su pila de años e hicimos un crucero en el Costa Fortuna, que no es el que se ha hundido pero es su hermano gemelo. Saquen ustedes sus propias conclusiones.Yo creo que ni yo ni ninguno de mis parientes deberíamos subir más a un crucero...

    Y dicho sea de paso tampoco es que me queden muchas ganas. Recuerdo ese viaje con el cariño de pasar unas buenas vacaciones con mi familia,  y con la pesadilla de los pasillos interminables, la megafonía que no callaba y toda la Italia de Berlusconi a bordo, ya saben , aquellos que le votaban porque querían ser como él. Recuerdo montañas de comida que no se sabe muy bien a dónde iban a parar,  y padres de familia peleándose por un trozo de pizza o robando el bote de Ketchup de las mesas; recuerdo el sudor de los  limpiadores filipinos que arreglaban seis camarotes por hora y la sonrisa de la camarera peruana que nos servía la cena y nos contaba que trabajaba en turnos de seis meses sin derecho a librar ni un sólo día. Recuerdo haber hecho muchas colas para casi todo y recuerdo haber hecho un ejercicio de salvamento como manda la ley en el que me dije a mí misma  cuando me vi con el chaleco en cubierta: "menos mal que ésto es sólo un simulacro"...

    Cuando navegar en un paquebote de lujo, con todas las comodidades soñadas, comer hasta hartarse, y visitar seis países en siete días cuesta menos que una semana en Benidorm hay que pensar que la vida humana en el caso de perderse vale tirando a poco. Así ha sido, y así probablemente pensaba el mosquito capitán cuando se puso a salvo. No pretenderían,  encima,  que se ocupara de los pasajeros con lo que habían pagado! Advertidos quedan. 

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