lunes, 11 de febrero de 2013

Sin habla

    Pues sí señoras y señores, así estoy yo desde hace unos días, sin habla. Y no por haber visto la declaración de la renta de Mariano, ni siquiera por la negativa del Duque Empalmado a pagar su fianza no sea que se empobreciera injustificadamente (sic). He de reconocer que esta mañana he desayunado con la noticia de la dimisión de Papa y eso, otro día y en otras circunstancias sí que me hubiera dejado sin palabras...a ver si va a resultar que después de tanto meterme con la Iglesia  al final son los únicos que dimiten!

    Pues no, ni la retirada del Papa me ha dejado sin habla:  resulta que estoy simplemente afónica, pero a lo bestia, que no puedo decir dos palabras seguidas sin añusgarme, que no puedo comer porque hasta un caldito me parece que es ácido sulfúrico, y que por las noches además de roncar como un carnero resulta que me bebo litro y medio de agua porque tengo la faringe en carne viva. Y afuera sigue nevando...el panorama es como quieras, aunque mis cohabitantes afirman que desde que sufro un cese temporal de la palabra ellos viven más a gusto, y no se cortan de proclamarlo a los cuatro vientos!

    Así que llevo varios días practicando aquello de los tres monitos de "ver, oir y callar"; practicándolo más que de costumbre, quiero decir, porque a mi ver y oir nunca me ha costado  trabajo, lo de callar es otra cosa. Y para esta práctica, nada mejor que navegar sin descanso por los océanos de Facebook, algo para lo cual habitualmente no tengo tiempo, ni ganas. Resulta que, según un artículo que he leido en la prensa hace poco, Facebook distingue a sus usuarios entre activos (ya saben, lo que cuentan que se han levantado hoy con hemorroides);  reactivos: los que al que le duelen las hemorroides le ponen un "me gusta"; y un tercer grupo de cotillas o mirones, que no ponen nunca nada, pero se enteran de la vida de todo el mundo. Yo llevo todos los días de mi silencio haciendo de portera de Internet, lo confieso. Y no veo donde está el pecado, honestamente.

    Parece ser que a Facebook le molestan en sobremanera estos mirones que ni ponen a qué hora del día van a hacer pis, ni aprietan facilmente el gatillo del "me gusta"; y para incitarlos a participar han hecho todo tipo de campañas de persuasión para que sean más intaractivos, con la milonga de que el hacerlo  mejora la calidad de vida; han inventado cientos de aplicaciones que prometen avisarnos de quién visita nuestros perfiles y no funciona ninguna. Definitivamente, algo tan natural y tan antiguo como "mirar sin ser visto", después de tantos años, es fácil e imposible de rastrear gracias a Facebook. Y además, sesudos antropólogos afirman que a los humanos, "el cotilleo nos une y cohesiona como grupo"...y, atentos a la siguiente frase (que también  he encontrado navegando en mis horas de silencio cartujano por Internet): "si criticamos juntos a alguien automáticamente nos sentiremos más unidos porque creeremos que compartimos los mismos valores". Toma! Abajo sentimientos de culpabilidad por espiar las vidas de los otros.

    Como voy a tener que pasar aún varios días sin hablar, a riesgo de que mi voz (con la cual me gano la vida) se parezca a la de Gracita Morales en sus mejores tiempos, seguiré reforzando mis lazos de cohesión con las personas que me rodean; esto es, seguiré mirando todos los muros de Facebook que del mundo han sido; pero como yo no me callo ni debajo del agua, esta vez puede que hasta seré reactiva e interactiva...hasta que recobre la palabra! Buenas noches.

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