miércoles, 23 de octubre de 2013

Toma pan y moja!

    Hace unos días, "Un país para comérselo" (ese programa de RTVE que lo ves y te entran ganas de cenar de nuevo) le dedicó un capítulo a mi tierra. Me dió mucho gusto ver a Ana Duato zampándose un Hornazo a dos carrillos en la plaza de un pueblo y mojando pan en los huevos fritos con Farinato que le habían cocinado los lugareños. Que qué es el Hornazo? y el Farinato? Algo tan brutal que casi es mejor no describirlo y dejar que lo vean ustedes con sus propios ojos, vayan ustedes a cualquier página gastronómica de  Internet y se informan, que tampoco hay que contarlo todo, caramba! Porque yo, de lo que quiero hablar hoy es del pan, que en otro tiempo fue considerado el primer alimento del hombre y ahora es demonizado no sólo por toda esa generación de médicos gordólogos que aconsejan a sus pacientes quitarse el pan de la dieta diaria en vez de comprarse unas zapatillas para correr; sino también por la literatura paramédica que tanto vende ultimamente. 

    Hace poco he leído en la prensa que un cardiólogo de Milwaukee, que atiende por William Davis, se está haciendo de oro con una nueva dieta basada en suprimir el trigo en cualquiera de sus formas, y ha escrito un libro que aún no se ha traducido al castellano, pero que cuando se traduzca se llamará algo así como "el pan perjudica seriamente su salud", del cual lleva vendidos millón y medio de ejemplares en USA en menos de un año. El doctor Davis nos dice que el pan no sólo engorda (hasta la fecha este era su único defecto) sino que además es una especie de veneno para el organismo que  descontrola la secreción de insulina, atasca la vesícula, altera el ritmo cardiaco y los ciclos del sueño. Menos mal que, con la excepción del sabio Doctor Marañón, no me fío mucho de los médicos metidos a escritores, porque si no, la glotona que habita en mí daría paso a la hipocondríaca, y la tostada con aceite mañanera desaparecería de mi vida.

    No dudo que habrá quien haga caso a estos agoreros, y para demostrarlo, una vez más recurro a las estadísticas, sobre todo a esas estadísticas idiotas que yo suelo encontrar en Internet y tanto me gustan: el consumo de pan en España alcanzó su punto más bajo en el 2011, con 45 Kgrs. por habitante al año. Para que se hagan una idea, en los años sesenta estaba en torno a unos 55 Kgrs. Las mismas estadísticas idiotas dicen que el consumo de pan  se está recuperando gracias a la crisis, porque es un alimento barato (lo será en España, puntualizo, aquí una barra cuesta dos euros...) y porque cunde mucho en la cesta de la compra y sobre todo, en las meriendas infantiles. Parece ser, que las madres de la crisis se han acordado de repente que ellas merendaban en su infancia un pedazo de barra con cuatro cuadrados de chocolate "La Campana" en el interior, y  han dejado de comprar galletas con la silueta de Bob la Esponja, que tiene más porquería dentro y encima son más caras. Eso sí, espero que hayan encontrado en el mercado patrio una solucción alternativa al chocolate de "La Campana",  al que sólo le salva la nostalgia que pueda producirnos,  porque era bastante malo!

    La Iglesia Católica nos acostumbró a pedir por "el pan nuestro de cada día" y yo, que ya abandoné hace muchos años el acto reflejo de la plegaria, sigo pidiendo en mi subconsciente que no me falte mi ración de pan diaria: 250 gramos, no más, según los expertos nutricionistas, para evitar engordes innecesarios. Me temo que hay muchos días que los sobrepaso. Y peor será aún dentro de unos días más, cuando me de una vuelta por mi ciudad, que está situada en esa parte de España que desde el siglo XVII se llama "las tierras de pan llevar". Les ahorro los detalles de las hogazas de pan de mi tierra, grandes, rotundas, con esa miga espesa y blanca que vale igual para acompañar jamones y chorizos que para reconstituir la Sexta Flota navegando por un plato de cocido; que las compras el lunes y el jueves sigues comiendo de ellas, y cuando se endurecen sin remedio, aún valen para hacer gazpachos, salmorejos y migas varias. Ni les cuento los kilómetros que tendrán que hacer mis piernas en noviembre para poner remedio a tanto pan. Quizás algo de razón tenga el doctor Davis y el pan sea perjudicial para las articulaciones. Buen provecho!

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