miércoles, 2 de octubre de 2013

Mi móvil y yo (segunda parte)

    Evidentemente, con el título de esta entrada, no les queda a ustedes más remedio que leerse la primera parte ("Mi móvil y yo" 19 de junio de este año) si quieren  reirse un poco, que es el fin de muchas de mis entradas aunque algunas, reconozco que son más bien para llorar. Viene a cuento hacer una segunda parte porque todo lo que yo vaticinaba en la primera que me iba a ocurrir, ha ocurrido: se acabó mi historia de amor con mi viejo Nokia con teclas y heme aquí recién llegada al mundo táctil, que no es aquel en el que la gente se toca,  sino en el que cada uno toca una pantalla, que es bastante menos interesante. Y todo ello, sin que el pobre Nokia se haya muerto, sino que me lo han robado! Que ya hay que tener ganas de robar un teléfono de seis años, sin Internet, ni cámara fotográfica, ni nada de nada.

    Y ahora viene lo bueno: dónde me han robado el móvil. En el Metro? En la cola del supermercado?   En Zara mientras me probaba unos pantalones? Pues no, me lo han robado en un concierto de música clásica, en un teatro; para los que no vamos a misa, se me ocurre que ésto es lo más parecido a que te lo roben en una iglesia; o incluso peor, pues como bien me indicaba ayer una amiga, dentro una iglesia a veces hay gente muy necesitada.  Se ve que hay ladrones melómanos, en el fondo es un alivio pensar que hay quien roba escuchando a Beethoven.

    Y mi llegada al mundo táctil no ha sido gloriosa porque lo de las pantallas táctiles no está en mi ADN (aunque yo creo que no está en el ADN de nadie) y porque no entiendo muy bien por qué fabrican estos cacharros multiusos que sirven para mil cosas pero que, justamente, lo que peor hacen es llamar y dejar que te llamen.Yo antes era capaz de coger el teléfono con una sola mano y mandar un mensaje a la vez que le daba vueltas a la cazuela; con el modelo que obra en mi poder desde ayer, necesito las dos manos para poder contestar cuando me llaman y aún así llego tarde; lejos de ver ésto como un adelanto, me parece que mi calidad de vida telefónica ha descendido unos cuantos enteros. El amable vendedor de la tienda, viendo mi cara de asombro ante las múltiples funciones del cachivache que he comprado muy a mi pesar, intentó darme un cursillo acelerado; y cuando digo acelerado significa que me explicó todas las funciones básicas en dos minutos...olvidando la más básica de todas ellas: qué hay que hacer para llamar, o para descolgar cuando te llaman...significativo, no creen?

    Así pues, dense por satisfechos que he encontado media horita para poner estas líneas que, de paso, me sirven de desahogo, porque desde hace tres días vivo pegada a una pantalla táctil, toqueteandola sin descanso e intentando saber qué hacer con ella sin sentirme una perfecta idiota. Porque los vendedores insisten en que estos teléfonos no llevan manual de instrucciones porque se aprende a usarlos de manera intuitiva, cosa de la que discrepo. No creo que exista una persona menos intuitiva para las máquinas que una servidora, aunque no me considero un caso perdido para la humanidad, porque la intuición me ha servido en ciertas ocasiones determinantes de mi vida para tomar decisiones de las que no me arrepiento (estudiar mi carrera, hacerme funcionaria, casarme, vivir donde vivo, elegir ciertas amistades); lo que nunca imaginé es que la intuición era fundamental para saber usar una máquina que, en principio, sirve para telefonear!..aunque haga de todo menos eso.

   No diré más, esta noche toca comenzar un nuevo libro y no quiero que el cacharro Samsung (ya está salí del armario) que reposa en mi cuarto me robe ni un minuto más de mi tiempo preciosamente reservado para leer. Buenas noches.

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