domingo, 24 de noviembre de 2013

Empleos idiotas

      Vivir secuestrada por Pepe Gotera y Otilio tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Me temo que yo me fijo más en estos últimos, porque caminar sobre restos de cemento por el pasillo de tu casa no creo que nadie lo contemple como una ventaja; pero no sigo por aquí, porque me conozco y en treinta segundos estaré largando y despotricando sobre electricistas que hacen agujeros donde no deben y obreros que te preguntan muy seriamente si hablas ruso después de que tú has intentado comunicarte con ellos en los cuatro idiomas que conoces y otros tres que chapurreas, y pedidos de baldosas que llegan a tu casa con el color equivocado. Basta por ahora de ese monotema que me quita el sueño y con el que acabaré por aburrirles. 

    Por el lado de las ventajas quizás debería sopesar la de no tener que ir a trabajar, porque huelga aclarar que para que Pepe Gotera y Otilio no dejen tu casa como un queso Gruyère, ni prolonguen tu obra como si fuera la del Escorial, es necesario pedirse una excedencia y quedarse a su vera. Y eso me libra los domingos de pensar que mañana es lunes y hay que volver a echarse al monte para cumplir con la maldición bíblica de ganarse el pan con el sudor de lo que sea. Y aquí abro un paréntesis: yo ese síndrome del domingo lo desconozco, porque afortunadamente me gano la vida haciendo algo que más o menos se me da bien y me gusta; pero reconozco que hay  millones de almas que, como dice no sé muy bien quién, el domingo por la tarde inclinan la cabeza. Es más, en mi país de mis entretelas, hay seis millones de personas que al llegar el domingo no inclinan la cabeza ni protestan, porque saben que el lunes traerá más de lo mismo, que es infinitamente peor que temer la llamada del despertador. 

    Hace poco leía un artículo en la prensa sobre la multitud de trabajos existentes en nuestro planeta laboral que no sirven absolutamente para nada, y cuyos trabajadores lo saben. Esos controladores de gestión, consultores  de mil cosas consultables, gestores de grupos de presión, expertos en marketing, consejeros y expertos en todo y en nada; jefes  de ventas donde nada se vende, buscadores de red, proyectistas de proyectos que jamás se realizarán y delineantes de sistemas que nadie sabe muy bien en qué consisten. No sigo, porque la lista es más larga que la de los reyes godos, si quieren más detalles léanse el artículo de un visionario profesor de la London School of  Economics  (otro más) que atiende por  David Graeber, publicado este año en una revista llamada  "Strike": "The phenomenon of bullshit jobs", que viene a traducirse como "el fenómeno de los empleos idiotas" (como deferencia a mis lectores no angloparlantes) donde este profesor Graeber nos ilustra de forma alucinante sobre como la economía ha creado en los últimos años millones de puestos de trabajo altamente inútiles, que crean frustración a quienes los desempeñan y que han hecho que en el actual contexto de crisis, sea muy fácil eliminar. Porque, no nos engañemos, en estos recios tiempos que nos está tocando vivir, para una empresa, ser productivo y obtener beneficios no consiste en trabajar de forma más inteligente y dar  más tiempo libre a sus trabajadores, sino en poner más gente en la calle y que los que se queden dentro trabajen de sol a sol. Y, qué casualidad, buena parte de los que se van a la calle ocupaban uno de esos trabajos idiotas. El círculo perfecto. 

    Esta pobre gente que ve acercarse el lunes como una amenaza porque piensa que lo que hace en su trabajo no sirve para nada, vive aterrorizada de pensar que además, el día en que los de arriba lo descubran, se irán a engrosar las cifras del paro. Seamo claros: podremos vivir en un mundo sin médicos, profesores o fontaneros? Lo dudo. En un mundo sin barrenderos, conductores de metro o mecánicos de automóviles? Con dificultades. En otro sin músicos, escritores o productores de cine? Quizás, aunque sería un mundo bastante más aburrido. En un mundo sin todo ese ejército de consultores, asesores, evaluadores y teleoperadores, probablemente sí. 

    Pero qué difícil es encontrar su propio camino en la vida, yo ya tuve que tomar mis decisiones hace años, no se crean, cuando me di cuenta que estudiar la vida del clero y los nobles en el siglo XVII no podría darme de comer a muy largo plazo. Ahora tengo un trabajo que nada tiene que ver con aquello y no tengo el síndrome de los lunes, más que en este paréntesis de mi vida en el que los lunes en vez de esperar la hora para irme a trabajar espero a que Pepe Gotera y Otilio traspasen la puerta de mi casa! Algo que, por suerte, no durará mucho, espero. Feliz semana para todos. 

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