lunes, 11 de noviembre de 2013

Segunda mano.

    Ayer domingo hice una cosa que no pensé que haría nunca, a sumar a toda esa lista de cosas que todos decimos que nunca haremos y que van cayendo. No se me inquieten, no he matado a nadie, no me he cambiado de sexo y ni siquiera me he inscrito en un grupo de meditación, es algo mucho más banal, pero que resulta un cambio fundamental en mis principios y que, yo creo,  hará que mi vida nunca vuelva a ser la misma: he vendido la bañera de mi casa.

    Les pongo en situación: voy a reformar mi cuarto de baño, por necesidad y no por capricho, que conste. Todos mis sanitarios están en un estado más o menos decente y encima la bañera, que hay que quitar de en medio porque ya no va a caber tras la reforma, es un modelo con patas imitación años treinta, con cierto encanto y con cierto valor, además. Como vivo rodeada de avezados internautas, más de uno me sugiere que esas cosas se venden, y a esta primera sugerencia hago oídos sordos; porque yo siempre he creído que lo que uno se quita de encima, se le regala a quien lo puede necesitar más. Y con ésto les desvelo mi lado "Teresa de Calcuta" (sólo tengo ese, eh? ) que aflora cada vez que hay que cambiar un mueble en la casa.

   Y aquí se abre un paréntesis: me paso una semana en España, intentando desmontar la casa de una tía mía que se ha muerto soltera (era soltera profesional en realidad) y haciendo valer el principio de regalar lo que puede ser de utilidad, aunque yo me quedo con una lavadora y dos sillas porque la verdad, no le veo mucha utilidad a todo lo que hay dentro de aquella casa. Nadie quiere nada, los anticuarios no quieren comprar las antigüedades y las ONG interesadas llaman preguntando sin los muebles son del Ikea...huelga decir que en la casa de una señora de 87 años no hay muebles del Ikea, porque la tal señora ni sabe que el Ikea existe. N hay manera de regalar nada y malamente de vender, porque a los españoles con crisis de primera mano no les gusta comprar cosas de segunda. Una de las muchas contradicciones que nos identifican como pueblo. Se cierra el paréntesis.

   Y de regreso a mi lugar de residencia, y con los fontaneros afilando sus instrumentos para entrar a saco en mi casa, me decido una noche a hacer fotos de los sanitarios, darme de alta en tres páginas de anuncios varios, pasar una hora devanándome los sesos para ver cómo se pueden reducir unas fotos hechas con mi adorado iPad pero que no hay manera de cargar en las páginas de anuncios; inventar nombres de usuario y contraseñas  para todas esas páginas malditas y con todo eso me dieron casi las dos de la mañana! Cuánto más me hubiera aprovechado una buena juerga, pero en fin...

    Después de una semana en la que no he parado de contestar correos electrónicos con medidas y colores, mensajes de texto en mi móvil y peticiones de aclaraciones múltiples, me llega el domingo sin una maldita venta en el aire, hasta que aparece el comprador como por milagro. Comprador que no es un trapero rumano sino un señor diplomático que se lleva la bañera y la paga religiosamente, todo en un par de horas. Tan fácil, o tan difícil como eso. Les decía que toda esta experiencia ha supuesto un cambio decisivo en mi vida: ahora sé cómo poner un anuncio en Internet, sé cómo reducir los pixels de una foto (y eso en mí ya es para subir nota) y sé que las cosas viejas se pueden vender, porque a veces es más fácil venderlas que regalarlas. Y sé que todos tenemos unas casas llenas de cachivaches de los que nuestros herederos tendrán que deshacerse algún día, y que les va a costar Dios y ayuda venderlas  y/o regalarlas porque estarán rodeados de personas que a su vez estarán intentando vender y/o regalar las cosas de su padres, y así hasta el infinito. Moraleja: no acumulen, disfruten de la vida y regalen las cosas, cacharros, vajillas y muebles, e incluso casas y fincas rústicas antes de dejar de pertenecer a este mundo, porque la segunda mano es un mercado que se está poniendo muy duro! Buenas noches.

No hay comentarios:

Publicar un comentario