Desde hace una semana me llueve encima el anuncio de Campofrío, literalmente. Me llega por mail, me lo ponen en mi muro de Facebook, me roba la plana en las conversaciones y se hace omnipresente en la pantalla de mi iPad. Un poco cargante la verdad, y como dice muy acertadamente mi amigo Carlitos desde su convalecencia madrieña: "muy ñoño, pero sale Chus Lampreave"; y un pelín "cateto-nacionalista" si se me permite el palabro, diría yo. Campofrío se ha convertido en la nueva burbuja Freixenet de nuestros tiempos, y se ha empeñado en decirnos a todos los españolitos de bien que somos la repera, por si alguno flojea de autoestima, cosa que dudo.
Estamos hablando de publicidad para vender mortadela, así que tampoco creo que merezca la pena montar un debate de principios sobre el mensaje de la dichosa campaña anual que, para mí, alcanzó su punto álgido en el 2009, con el asunto de los legionarios y el jamón escondido:
Desde entonces para acá, los publicitarios pagados por Campofrío han ido perdiendo sentido del humor y dejándose llevar por esa cosa facilona y sensiblera de decirle a todo un pueblo que aunque sus niños sean unos borricos en la escuela, la sanidad no te pague ni un empaste y los parados sean más que la población de todo Madrid, que son geniales y que (cuánto me espanta esa frase) "como en España no se vive en ningún sitio"...será por eso que la gente se marcha, claro. Y ya no hablemos de esas perlas que desgrana el anuncio cuando dice que sólo en España somos capaces de "luchar aunque no tengamos fuerzas" (personaje sentado al lado de Rosario Flores, ni sé si es famoso). Y la banda sonora de los Gipsy Kings, que ni siquiera son españoles...no sigo.
Lo que más me ha gustado esta vez (aparte de Chus Lampreave, claro) es esa frase lapidaria del final: una cosa es irse y otra es hacerse. Me gusta porque es verdad, y porque tengo razones de peso y vividas en primera persona para apoyarla. Porque yo también me fui hace más de veinte años, cuando el paro daba miedo, y la peseta se devaluaba cada seis meses; me fui pero no me hice de ninguno de los tres países en los que he vivido desde entonces; ni siquiera me he hecho de este en el que vivo ahora desde hace veinte años y en el cual tengo hasta una familia política, en el que he encontrado un trabajo que me gusta y en el que he criado a mis hijos .No me he hecho de nada nuevo porque no me ha parecido necesario, y porque guardando mi pasaporte español, y mis muchos defectos de española por el mundo (hablo demasiado alto, nunca llego a la hora en punto y creo que como el jamón de Pata Negra no hay nada) tengo una vida llena de cosas buenas sin necesidad de renegar del lugar donde me nacieron. Y sin renegar de ese lugar y de todo lo que me ha dado, he ido encontrando otros lugares, unos mejores y otros peores, de los que he sacado cosas buenas (muchas) y alguna que otra mala, claro que sí.
Así que ya ven, una cosa es irse y otra diferente, hacerse; y como muy agudamente me señala mi marido via Facebook (no se me asusten, tambien hablamos) hay incluso quien es capaz de hacerse sin irse. Y los que lo consiguen, incluso son felices y se quedan. Basta ya de juegos de palabras! Admitamos que, como en España, también se vive en otros muchos sitios del planeta. Sólo hay que descubrirlos, y para eso basta con irse...sin tener que hacerse! Buenas noches
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