miércoles, 25 de diciembre de 2013

Muchos parientes

    Antonio Banderas se llevó al huerto a una rubia de Hollywood que, aunque se llama Melanie Griffith, para mí siempre será la hija de Tippi Hedren, la fantástica ladrona Marnie de Hitchcock. A lo que íbamos que me disperso: Antonio, más que llevársela al huerto se la trajo a Málaga, le puso una bata de cola y un clavel en la cabeza, le dió un cursillo acelerado de Semana Santa y saetas y probablemente la enseñó a comer churros y pan con aceite. Desde luego, si hay alguien que ha hecho
algo en este país por exportar lo más castizo de la bendita Marca España a sitios tan poco españoles como Hollywood, ese ha sido nuestro Antonio.   

    Cuando Melanie se soltó la coleta, y además de comer churros y aguantar procesiones malagueñas,
 aprendió un poquito de español, se atrevió a contestar preguntas en nuestra lengua a los pelmas reporteros de "Corazón Corazón" y similares, con mucho acento de Ohio, pero también con mucha amabilidad. Y cuando le hacían la sempiterna pregunta de si le gustaba venir a
España a pasar sus vacaciones, respondía que sí, y que no le importaba que los reporteros la persiguieran (cuando has nacido en Los Angeles y eres hija de Tippi Hedren debes estar acostumbrada) pero que le resultaba muy duro aguantar las interminables paellas dominicales en casa de su marido, y que le costaba entender cómo Antonio tenía tantos parientes...que por supuesto venían todos los domingos a comer. 

    Me acuerdo de esta historieta porque, para cuando ustedes lean estas líneas, se habrán chupado 48 horas de paellas familiares non stop en su versión navideña; tremenda
costumbre con la que los nativos castigamos a nuestros cónyuges de más allá del Pirineo o de más allá del Atlántico. Aunque no se crean, que en Alemania la cena de Nochebuena empieza a la hora del café y dura hasta la medianoche, momento en el que tras cenar, abrir regalos y visitar una iglesia (los que practican) se lían a tirar cohetes. Ya ven ustedes que lo de pasarse varias horas comiendo, hablando, bebiendo y hasta tirándose los trastos a la cabeza es una herencia grecolatina que varios pueblos somos capaces de soportar.

    Lo que si es verdad, es que en España tenemos muchos parientes, que nuestras familias se alargan más que un día sin pan, y que nos acordamos y nos preocupamos por un montón de primos, tíos abuelos, sobrinos políticos, cuñados de cuñados que en otras latitudes se limitan a apuntar en la lista de conocidos, simplemente. Muchos de esos parientes se sientan con nosotros una vez al año a comerse el turrón, o las uvas, o las dos cosas; y la proliferación de divorcios y de familias recompuestas no ha hecho más que empeorar las cosas, porque con padrastros y madrastras, hay quien se pasa una semana celebrando comidas navideñas a razón de una diaria para poder contentarlos a todos. 

    Me limito a costatar el fenómeno. A partir de mañana procedo a pasarme un día entero a fruta y tisanas, porque yo soy de las que veo comida y como, no me puedo reprimir (me debí quedar en el paleolítico en ese aspecto) y creo que aún me quedan algunas citas culinarias pendientes de aquí a Reyes y...sí, Melanie, sí, en España tenemos muchos parientes! Y con casi todos ellos nos juntamos para comer. Feliz Navidad para todos ustedes, y sus parientes. 

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