lunes, 9 de diciembre de 2013

Navidad sin árbol

    Ayer fue mi santo, algo que en estas latitudes en las que habito pasa sin pena ni gloria, y que en las latitudes más sureñas de las que vengo, a fuerza de festejar Halloween y el Baby Shower (habráse visto mayor cursilada) dejará de celebrarse en breve. Otros años, mi santo y San Nicolás (que aquí es quien trae los juguetes) daban el pistoletazo de salida para la campaña navideña de mi casa, donde la "plantá" del árbol señalaba uno de los momentos culminantes que festejábamos a ritmo de "Jingle Bells" cantado por Bing Crosby y con algún copazo si se terciaba. 

    No hace falta que les cuente que, este año,  el estado de zanja permanente en el que vivimos mi santo esposo, mi herederos y ésta que lo es, no permite muchas alegrías decorativas navideñas. Así se lo hemos explicado a los menores, que como se están haciendo mayores parecen no darle mucha importancia; y así de compungidos nos hemos quedado los mayores, no como árboles sin sombra sino como mayores sin árbol, al cual estábamos especialmente apegados. Hemos puesto un arbolillo falso sobre una mesa y un Belén al lado, todo ello en estado de sitio, rodeados de alfombras enrolladas, lámparas descolgadas y muebles desplazados de su sitio natural.Creo que hubiéramos acabado antes poniendo unas tiras de espumillón que adornaran todo ese caos, al estilo de la casa de los Alcántara en sus primeros episodios. Y así es que, en el día en el que debería estar hablando de Mandela, aquí estoy llenando líneas porque no puedo poner mi tradicional árbol de Navidad. Pero ya saben, los blogueros somos como los de Bilbao, que nacen donde les da la gana...como ni cobramos ni tenemos casa editorial, ni periódico que nos publique, pues también escribimos de lo que nos da la gana. Y de Mandela ya lo han dicho todo, y lo que falte por decir ya lo harán mañana Obama y Raul Castro, extraña pareja de oradores elegidos para el panegírico funerario. 

    Yo a lo mío. Me habré quedado sin árbol, pero como siempre hay que mirar para atrás, hay gente que se va a quedar sin Navidad; gente tan variopinta como los pobres damnificados del huracán filipino o Luis Bárcenas, que se las va a pasar en chirona por primera vez. Habrá gente que espere la Navidad con ansia y habrá quien espere que pasen pronto para saber si por fin se ven de verdad los brote verdes (Rajoy) si me van a imputar con lo que sea (la Infanta Cristina) o si es niño o niña (Iker Casillas). Y habrá una familia en el hemisferio sur que va a echar de menos a un marido, padre, un abuelo y hasta un bisabuelo que no era un bisabuelo cualquiera, sino el hombre que dijo aquello de que "el perdón libera el alma y elimina el miedo, y por eso es un arma tan poderosa"...El anterior que se expresó en esos términos, dicen que acabó crucificado; a éste otro le condenaron a muerte, y pasó 27 años en la cárcel. Se ve que lo de perdonar es un arma de destrucción masiva que, puesta en manos de según qué personalidad, puede cambiar el mundo. Aquí estamos esperando al próximo profeta, visto que Mandela, del que yo no iba a hablar hoy, se nos ha ido. Y encima sin árbol de Navidad.

  

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