lunes, 17 de marzo de 2014

Correr, soñar, hablar, comer...

    Hace un par de años leí un libro muy malo que se titulaba "Eat, Pray and Love"; "Comer, rezar, beber" en la versión española. Me lo prestó mi amiga Elvira,  de cuyos gustos literarios me fío, advirtiéndome que era malo malísimo y yo, testaruda de mí, me lo leí para corroborarlo. Después hicieron una película con Julia Roberts y Javier Bardem haciendo de brasileño lígón, que vi hace poco en la tele y que era aún peor que el libro, que ya hay que proponérselo! Les cuento todo ésto para justificar el título de mi entrada de hoy, que copia un poco el título del libro de marras, que era lo mejor que tenía junto con una frase de la protagonista donde dice que "tener hijos es como hacerse un tatuaje en la cara: en ambos casos hay que tenerlo muy claro antes de hacerlo". Fin de la cita.

    En el título de la novela se pretendía condensar el giro copernicano que la protagonista quería darle a su vida en un momento dado. Yo, que soy menos pretenciosa, sólo quiero explicarles lo que da de sí un fin de semana, éste pasado, el último del invierno oficial. Vayamos por partes. Correr: porque ya toca; con los primeros magnolios en flor llega el momento de calzarse las zapatillas, machacarse las articulaciones e intentar reducir un par de centímetros de cintura; y de paso oxigenar el cerebro y pensar en nuevas cosas sobre las que escribir, que es en lo que pienso yo muchas veces cuando voy trotando por los parques. 

    Soñar: porque cuando se hace ejercicio físico, se duerme mejor; y yo, cuando duermo mejor, curiosamente, recuerdo lo que he soñado;  cuando duermo mal, no. Este fin de semana, concretamente, he soñado que me iba de viaje de negocios a Alaska. El tema demuestra que los sueños son surrealistas y que yo no les saco partido porque no me llamo Dalí. En mi vida he tenido un negocio, me horripila viajar a sitios donde hace frío y dentro de nada tampoco cogeré según qué vuelos muy confiada, teniendo en cuenta que aviones cargados de pasajeros desaparecen de la faz de la tierra sin necesidad de sobrevolar el Triángulo de las Bermudas.

    Hablar: porque es algo a lo que yo me dedico sin que me tengan que pinchar mucho, pero además este fin de semana con saña, pues estaba de paso por nuestra ciudad de residencia (que otrora fue también la suya) una muy querida amiga a quien hace diez años que no veía. Y si ya con mi vecina a la que veo todos los días soy capaz de pegar la hebra durante horas, no les cuento lo que es recuperar diez años de conversaciones, a pesar de que existan Facebook y Skype. Aún no se ha inventado nada mejor que el cara a cara y en directo, se siente. 

    Comer: porque hablar y hablar es algo que se hace frecuentemente en torno a una mesa. Y ya puestos, hasta he hecho un arroz con calamares y gambas (no me atrevo a llamarlo Paella) en una nueva paellera (ya sé que se dice "paella" en realidad) que tuve que comprar porque la anterior la quemé. Como bien saben ustedes yo no tengo Thermomix, y ni siquiera me queda muy claro si la Thermomix hace Paellas. 

    Y si tengo que añadir infinitivos al título aún tengo otro: oir (buena música, como la del pianista chino Lang Lang tocando a Ravel en una sala de conciertos). Y si hubiera tenido un poco más de tiempo habría añadido inflar (las bicicletas, que ya se pueden usar); pasear, ver (el capítulo de "Downton Abbey que me queda para acabar la cuarta temporada); clasificar (las fotos de mi iPad) y escribir (este blog que se quedó pendiente para el lunes). Pero los fines de semana sólo tienen dos días y para cuando tengan más, a ver si a mí me quedan ganas para tantos infinitivos!

    Les dejo con Lang Lang, pues aún estoy bajo su hechizo; y a pasar (otro infinitivo) la semana lo mejor que ustedes puedan.


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