viernes, 28 de marzo de 2014

Y qué mujeres!

    Ayer me quedé hasta las tantas viendo un programa de televisión bastante pueril, aún sabiendo que hoy me tenía que levantar muy pronto y estar prontamente despejada por motivos profesionales. No sé si existe la confesión "on  line",  pero sirvan estas líneas: hice eso que le decimos a nuestros hijos que no deben hacer, verbigracia, robarle horas al sueño para pasarlas delante de una pantalla. 

    La culpa de mis bostezos de esta mañana la tuvo un programa de la TVE Internacional, que nunca veo justamente porque lo ponen a esas horas tardías, "Ochéntame otra vez" se llama. El episodio de ayer iba dedicado a la prensa del corazón de los años ochenta y a sus figuras de pro. Supondrán ustedes la ración que me di de Gunilla y sus secuaces, Marbella, Jaime de Mora, Kashoggi y compañía, francamente, más trasnochados todos que rezar las vísperas. Ahora bien, como todo ayuda para escribir un blog y todo sirve para darle vueltas al coco, esta mañana, mientras me encaminaba a mi trabajo bostezando como una marmota y diciéndome que lo volveré a hacer nunca más, reflexionaba yo sobre esas figuras que salían en las revistas de entonces y cuán diferentes son a las de ahora. 

    Para empezar diré que, en cuanto a protagonismo de las mujeres, hemos ido para atrás y me explico. Hace un rato he repasado la prensa rosa por Internet y me he encontrado todo un catálogo de jovenzuelos depilados y tatuados que van desde Justin Bieber,  a Cristiano Ronaldo, por el lado de la belleza, hasta Kiko Rivera (antes Paqurrín) y David Bustamante por el lado oscuro. Todos hombres. Según el programa de anoche, las revistas de los ochenta debían sacar en sus portadas a Lola Flores, Sara Montiel,  Norma Duval, Rocío Jurado o la Preysler para vender algo; todas mujeres y...qué mujeres! El equipo suplente estaba formado por la Pantoja, Bárbara Rey, María Jiménez, Lolita y Rosariyo, y Ana Obregón cuando aún nos tragábamos aquello de que la habían llamado de Hollywood. Insisto: no son mujeres florero, y entre  semejante conglomerado de estrógenos, apenas Julio Iglesias conseguía sólo de vez en cuando que le hicieran un poco de caso.

    No bastaba en los ochenta con haber ganado cualquier concursito de canto o haberle hecho un hijo  a un torero en una noche de juerga flamenca para ser portada de revista. Si se fijan ustedes en los currículos de las arriba nombradas, la carrera era mucho más larga y fructífera. Eran todas mujeres de rompe y rasga, que trabajaron como mulas para sacar adelante una panda de parientes chupones que desconocían la palabra "trabajo" y vivían revoloteando alrededor esperando sacar tajada. Y no me vale decir que la Preysler no trabaja: buscarse tres maridos ricos, operarse hasta el infinito sin que se note, y ser de actualidad durante cuarenta años de la historia de España sólo lo había conseguido hasta ahora Franco, y por medios bastante más crueles. Lo de la Preysler es todo un trabajo, por no hablar de ser la imagen de una marca de baldosas feas que se rompen con mirarlas y sacarles cada año una tajada de millones, una habilidad empresarial que ya quisieran muchos para sí.

    Eso, sin olvidar a las que pronunciaron frases para la historia, como aquel "si me queréis irse" de Lola Flores, equivalente a un "yes we can", como poco. 

 
O a las que fueron sujeto de los fondos reservados antes de que apareciera el GAL, o fueron primeras figuras del Folies Bergère (Norma, la única que ha podido cantar y bailar en el mismo escenario que Maurice Chevalier y Joséphine Baker) o volvieron locos de amor  a medio Hollywood, como Sarita. O las que publicaron un sólo disco (uno!) y vivieron de esas rentas, y de ser la primera mujer maltratada famosa



    No me malinterpreten, cualquier tiempo pasado no fue mejor, pero hay que reconocer, que ser una mujer de rompe y rasga estaba muy bien visto hace treinta años y era, hasta cierto punto una forma de lucha feminista. Y sé que me van a llover los palos por lo que estoy diciendo. Feliz fin de semana para todos. 

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