lunes, 10 de marzo de 2014

La voz

    A mis chicos les gusta "La Voz", programa que siguen en varias versiones de varias cadenas europeas y que les sirve para practicar idiomas además de pasar el rato. Hace un par de semanas, viendo la versión británica,  mi hijo me preguntó quién era ese señor mayor (ya estamos)  tan gracioso que se sentaba al lado de Will i.am. Resultó ser Tom Jones, que entre pinta y pinta de cerveza se ha reciclado como entrenador de jóvenes promesas cantantes. El supuesto famoso Will es un gran desconocido para mí, lo admito.

    Estos concursos para cantantes incipientes existen desde que existe la radio, y a riesgo de parecer el abuelo Cebolleta, les recuerdo que Joselito, Marisol y Camarón de la Isla salieron de ellos. Lo de ahora es la misma idea pero con una puesta en escena más espectacular y más medios, y digo que es lo mismo porque los presentadores son horribles y salen las madres de los aspirantes  sufriendo entre bastidores, como sufría, por ejemplo, Doña Ana, cuando su niña Isabel Pantoja iba de emisora en emisora buscando una oportunidad. Lo de los presentadores es cierto, y les aseguro que Joaquín Prat o Lauren Postigo adquieren al lado de muchos de ellos (especialmente los de la versión italiana) la envergadura de Iñaki Gabilondo, como poco. 

    Por lo demás, nada nuevo bajo el sol: chavales y no tan chavales con buena voz y cierto oído musical que piensan que cantar es muy fácil y lo puede hacer cualquiera. De cien que se presentan hay uno o dos que han estudiado música y se les nota a la legua. Y de doscientos que concursan, quizás haya uno o una que salga adelante y pueda pasar a la posteridad, que de todos modos, gracias a iTunes, Spotify y demás compañeros mártires, se ha convertido en una posteridad efímera. Ahora se llama "La Voz" y antes se llamó "Operación Triunfo" y ya ven , se acuerda alguien de Chenoa? Y de los que vinieron después de Chenoa?

    Porque cantar, queridos lectores, no sólo no es fácil sino que es dificilísimo, y sé de lo que hablo. Una cosa es cantar bajo la ducha, hacer karaoke una noche de juerga o ser especialista en la versión polifónica  de  "El vino que tiene Asunción" y otra cosa es subirse a un escenario, acomodarse a unos músicos, no desafinar y salir airoso del trance. Desde el pasado fin de semana, sin entrar a explicar las razones que son privadas, he decidido ser más respetuosa que todo aquel que se gane la vida cantando. Y en ese "todo aquel", he decidido que entran desde Juan Diego Flórez o María Callas hasta David Bisbal, pasando por Maria Dolores Pradera, Ricky Martín o Estrella Morente, e incluso llegando hasta los pobrecillos que se presentan a "La Voz" casi todos haciendo versiones lamentables de alguna canción de Adèle. Cantar es un oficio complicado y duro, no siempre bien valorado ("cantamañanas" "que te cante tu madre", "te cantan los pies") y muchas veces injustamente vilipendiado.

    Porque además, ya lo dijo Horacio Guarany, y lo cantó al alimón con la gran Mercedes Sosa: qué pasará si se calla el cantor? 



    Claro que, a veces, escuchando ciertas versiones, era casi deseable que el cantor se hubiera callado...



    Pero la que se va a callar soy yo, porque ya empiezo de nuevo a meterme con los cantantes y me prometí a mí misma desde el sábado que no lo haría nunca más!

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