martes, 3 de mayo de 2016

El atontamiento

    Desde hace años, y por razones profesionales,  me las tengo que ver con el vocabulario y los procedimientos veterinarios. Cuando entramos en el apasionante campo del bienestar animal, hay una palabra que sale una y otra vez y que me hace gracia, porque en los otros idiomas suena muy solemne (stunning, étourdissement, stornamento, ) y en el nuestro se llama "atontamiento". Es la descarga eléctrica  que se les atiza a los animales cuando llegan al matadero para que estén insconcientes en el momento de sacrificarlos.

    Digamos que atontamiento también debe ser ese momento de no saber qué hacer que tienen los animales que se pierden en las carreteras de provincias, de noche, y los faros de cualquier coche los dejan cegados en medio de la calzada sin saber si tienen que ir a la derecha o a la izquierda. Yo recuerdo muchos de ellos en los viajes de mi infancia: alguna vaca,  conejos, jabalíes y algún que otro venado en las carreteras extremeñas se nos quedaron mirando con cara de sorpresa hasta que mi padre, en una de esas, se llevó a uno de ellos por delante y le costó un accidente que nos cundió mucho en las conversaciones familiares. 

    El atontamiento es el despertar de las anestesias, yo he tenido pocas pero siempre recuerdo de ellas esa sensación de ser y no estar en este mundo, ese mareo mezclado con un extraña placidez. Atontamiento es el de nuestros adolescentes cuando se enamoran (y algunos sin necesidad de enamorarse) o el de los niños pequeños al levantarse de la siesta. O el de los porteros de los edificios cuando se les despertaba de  los sueños que se echaban en sus garitas para decirles que había una fuga de agua en el piso de arriba del nuestro. Vaya, empecé con los animales en los mataderos y veo que de atontamiento y sus ejemplos vamos bien servidos. 

    Yo, en este momento, vivo en una ciudad, pobrecilla ella, que ha padecido la zarpa del terrorismo. Sus autoridades se han quedado así, como los venados encallados en las carreteras de pueblo, no saben qué hacer, no dan una al derecho, un día tiran para la derecha y otro para la izquierda, y cualquier cosa que se les ocurre es peor que la anterior. Los intuyo asustados,  y con sus palos de ciego, han conseguido también asustarnos a la población, y sobre todo preguntarnos en qué manos estamos. Independientemente de que alguno arrime su sardina al ascua y se aproveche del atontamiento ajeno.

    Pero también vengo de un país con políticos y gobernantes en estado de atontamiento supino. Casi mejor que no abran la boca (y no les queda otro remedio porque están en campaña electoral permanente) porque cada vez que lo hacen sube el pan. No es que sean como adolescentes enamorados, es que son como niños de primaria peleándose por unas canicas abolladas, con un atontamiento tal que la pelea no les permite ver lo que hay que hacer para llevarse la bola gorda del premio. 

    El atontamiento está muy bien como práctica caritativa para evitar el sufrimiento animal. Cuando lo practican los que deben trabajar para evitar el sufrimiento humano es hasta peligroso. Y yo, en este momento de mi vida, vivo entre dos países de gobernantes atontados... Tendré que marcharme a un tercero para sobrevivir? No quisiera.

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