martes, 31 de mayo de 2016

Los amigos que perdí

    Volviendo a mi antigua costumbre de robar los títulos de mis entradas a escritores consagrados, el de hoy, para que vean que soy una ladrona honrada y que cito a mis víctimas, pertenece a  una novela de Jaime Bayly, ni mucho menos la mejor de las muchas que él ha escrito con inmenso talento y yo he leído con inmenso deleite. Viene al pelo el título porque el pasado domingo, Javier Marías publicó en su contraportada del País Semanal, un bonito artículo titulado "Las amistades desaparecidas" que varios de mis amigos (curiosamente casi todos expatriados como yo) se apresuraron a colgar en Facebook porque, evidentemente,  nos sentíamos muy bien retratados en sus líneas. 

    No es Javier Marías santo de mis devociones literarias. Encuentro sus novelas aburridas hasta la exasperación y sus artículos peridísticos, bien escritos y casi siempre acertados, son frecuentemente una mezcla de rabia, encono, mal genio y lamentos varios que reconozco muchas veces  en mí misma, así que prefiero no leerlos escritos por otro, aunque este otro sea académico de la lengua y escritor de renombre. Me da la impresión  que este señor está en un estado de enfurruñamiento permanente que no es lo mejor para leer un domingo por la noche, con la perspectiva de una semana de cinco días laborables por delante. Pero este domingo, se ha dedicado hablar de la amistad con un sentido melancólico y real como la vida misma con el que me he sentido más que identificada. Hace unos días alguien dijo a mi alrededor que la nostagia es la esperanza vista al revés, y creo que la columna de Marías le da todo el sentido del mundo a esta frase. 

    En mi nostalgia particular, se han ido quedando por el camino muchas personas que otrora consideré indispensables para mi existencia, y no hablo de muertos, sino de olvidados o perdidos. Gente que conocí viajando, la mayoría de las veces; zascandilenado por esta Europa que quiere dejar de serlo con una mochila, un saco de dormir, un paquete de pan de molde y poquísimo dinero en el bolsillo. Gente con la que hablaba hasta las primeras luces del día, con la que compartí protestas callejeras (me doy cuenta que apenas guardo contacto con mis amigos de la Universidad) cañas repartidas en dos vasos, proyectos de una vida de adultos trabajadores que querían cambiar el mundo y ya es bastante si hemos conseguido no empeorarlo. Gente que me prestó su hombro para llorar, y muchos ratos de su vida para reir; gente que me enseñó a ser de otros lugares, a hablar otras lenguas, a disfutar con otros paisajes; pero también gente que pertenece a mi propio paisaje infantil, a mi vida en mi tierra antes de salir en busca de otras tierras; aunque diré a mi favor que algo de lo que me siento orgullosa y presumo es de seguir manteniendo a mis amigas del colegio, con las que empecé el preescolar y con las que,  a día de hoy, sigo disfrutando de muy buenos ratos cuando las veo, verdad Susi, María, Lola, Merce, Adela y Paloma? Menos mal que a vosotras no os he perdido de vista, ni de oído.

   Pero qué fue de todos aquellos a los que ya ni Facebook consigue encontrar? Qué fue de los compañeros del Interrail? Y de los ingleses que vivían en mi casa italiana y plantaban geranios en el bidé? Qué pasó con todos aquellos becarios Erasmus, madres y padres fundadores del invento como yo? Y de nuestros profesores que se hicieron amigos? A dónde han ido a parar los teléfonos de mis compañeras del equipo de baloncesto? Y de mi patrulla scout? Y de mis muchos primos hermanos que también fueron en muchas fases de mi vida más amigos que primos?

    Sé que mis amigos expatriados se hacen las mismas preguntas que yo. Ya sé que el perder y dejar de frecuentar amigos no es patrimonio de quienes no vivimos donde nacimos, pero les aseguro que somos sujetos de riesgo en este asunto. Y cuando llueve y llueve, como ocurre detrás de mi ventana desde hace dos días y dos noches, pues sí, es inevitable, como bien dice Javier Marías (por una vez sin rezungar y sin reclamar sus derechos como fumador) que "produzca vértigo acordarse de las personas dejadas por el camino"... La cita es literal. La nostalgia, o la esperanza vista al revés, es gratis, y muy propia de mi edad!

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