jueves, 9 de junio de 2016

Resurrección

    Ultimamente, mis amigos están enterrando a sus padres, y en lo que va desde enero, yo mismo he enterrado a dos colegas del trabajo y mi hijo al padre de un amigo suyo, estos últimos, no precisamente entrados en años. Me van a decir ustedes, que en la franja horaria en la que estoy situada, es lo que toca...Pues maladita la gracia!

    Hace un par de semanas mi hijo me preguntaba, un tanto abrumado que qué se le decía a alguien que había perdido a su padre. A esta generación ya no les valen las fórmulas de "le acompaño en el sentimiento", y como a los de Whatsapp aún no se les ha ocurrido ningún emoticono para dar pésames,  la grey adolescente se encuentra un tanto desvalida en el asunto de duelos y funerales. 

    Y qué se le dice a alguien que ha perdido un padre o una madre? Que lo sientes mucho, por supuesto, y que el día que entierras a tus padres se acaban de un solo golpe la infancia, la adolescencia, la madurez y si me apuras, hasta a menopausia. Que el árbol de la vida crece y se hace viejo a golpe de ir perdiendo corteza exterior, y que cuando la corteza protectora de  nuestros padres ya no está, la fatalidad nos dice que la siguiente capa es la nuestra. Mal asunto. 

    Y hoy precisamente, por un pasillo de mi trabajo he tenido que dar el pésame a un colega que ha perdido a su pareja; se lo he dado con mi torpeza manifiesta para encontrar las palabras justas (cuando no son palabras escritas) y con ese temor a  ser demasiado formal y poco cariñosa que imponen a veces las relaciones laborales. Menos mal que los humanos tenemos dos manos para apretar las manos del prójimo, labios para besar y ojos que se humedecen cuando nos faltan las palabras o no encontramos las que sirven. Pasada la condolencia inicial, le dije a mi colega que estaba muy delgado y que procurase comer (reflejo de madre) a lo cual él me contesto "primero tengo que aprender a vivir de nuevo". Y por supuesto que sí! La vida que empieza después de la muerte del ser querido es otra, y hay que aprender a vivirla, que no es fácil; porque la vida con el ser querido era la que uno había buscado construir, y la otra viene impuesta por las circunstancias.

    El catolicismo ha resuelto (parcialmente) el problema de la pena y el duelo con la resurrección, donde al menos les queda el consuelo a los vivos de encontrarse con sus muertos en alguna parte y en algún momento futuro. Los musulmanes hasta piensan merecer un paraíso lleno de vírgenes a su disposición aunque para ello tengan que cometer alguna que otra burrada, vista desde nuestro lado. Y los budistas se conforman con pensar que en una vida posterior serán cabras o lagartijas, que ya es conformarse con cualquier cosa. Y a los agnósticos, qué nos espera? Hay algún premio de consolación para resignarse a morir cuando no se cree en la resurrección? 

    Yo, que desgraciadamente ya he enterrado un padre y en los últimos años dos suegros, una tía y algún que otro ser querido más, creo que nuestros muertos se nos van de las manos pero vuelven años después en forma de gestos que encontramos en nuestros hijos, o que nos encontramos nosotros mismos mirándonos en un espejo. Que vuelven cuando un día nos ponemos sus corbatas, o llevamos a una boda esa cartera viejuna que nos quedamos al vaciar los armarios, o aparece su billetera vacía en alguno de nuestros cajones. Que en en muchas conversaciones con los que se han quedado aún sobre la tierra nos reímos de tal o cual anécdota, de sus ocurrencias, empleamos sus palabras y sobre todo, sus dichos y refranes; leemos los libros que ellos leían y visitamos los lugares que a ellos les gustaban. Que los muertos vienen a visitarnos el día en el que les perdonamos el daño que nos hicieron o las cuentas pendientes que teníamos con ellos y solo recordamos ya  el perfume que usaban, o su postre favorito. Pueden ustedes discutírmelo, pero que los muertos siguen viviendo en muchos de nosotros, los vivos, es verdad como Concha que me llamo. Otros se empeñan en que hay que resucitar al tercer día, pero resucitar es un viaje largo que requiere su tiempo.

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