miércoles, 25 de enero de 2017

Las madres de la Pantoja

    La madre de Isabel Pantoja se llama Ana Martín, y nació en 1931 y su padre era un verdulero apodado "el lechuga", pero eso no lo saben más que la Wikipedia y algunos más que la consultamos;  porque para toda España, Doña Ana es "la madre de la Pantoja", que no es una madre cualquiera, sino la madre de todas las madres, aquella que simboliza el cariño, la compañía, la veneración por la niña de sus ojos y  la idea de que aunque la niña sea convicta y confesa, es una artista como no hay dos y no se merece lo mal que la ha tratado el pueblo y por ende, la justicia, que emana del pueblo, teoricamente. La madre de la Pantoja era esa señora que estaba siempre a su lado, a las duras, a las maduras, los días y las noches y las fiestas de guardar; en misa, en la calle, en el escenario, en el paritorio y en los mil bolos que se hizo la tonadillera por los pueblos y verbenas. La madre de la Pantoja era "la" madre y punto, y no creo equivocarme si digo que en pocos años (quizás cuando se muera) será una expresión recogida por los diccionarios de modismos y los extranjeros que aprenden español la estudiarán en sus textos, porque no hay nada tan genuinamente español, ni tan explícito de determinado tipo de madre como Doña Ana Martín, viuda de Pantoja. 

    Tampoco nos llevemos a engaño, cada españolito venido al mundo no dispone automáticamente de una madre de la Pantoja a su servicio. Yo no la tuve ni creo que ninguna de mis amigas contemporáneas la tuvieran. Como aún son mis amigas y muchas de ellas, mis lectoras, que me corrijan si me equivoco. Pero sí creo poder afirmar que entre esa caterva de cincuentonas que somos yo, mi circunstancia y unas pocas alegres comadres, abunda el ejemplo y el modelo de Doña Ana. No me lo explico ni creo estar capacitada para dar una explicación sociológica al fenómeno, que lo es: somos una tropa de madres menesterosas ocupadas en nuestros respectivos trabajos (que en muchos casos no son ninguna tontería) y además nos ocupamos de todas las cosas que hacía Doña Ana por su niña, siempre salvando las distancias de que no todas tenemos a una cantante en ciernes en casa (yo no hablaré muy alto en ese particular) y que nuestras criaturas han nacido en un nido dorado comparado con el barrio del Tardón de Sevilla en los años 50. 

    En este momento del año, periodo de exámenes en  varias geografías, las madres de la Pantoja, trabajan, hacen la compra, hacen fotocopias, recargan baterías de aparatos varios y verifican que los aparatos estén cargados, cocinan los platos preferidos de las criaturas, hacen zumos de naranja mañaneros para ahuyentar la gripe y sus espíritus, reparten vitaminas,  eximen de ordenar habitaciones, poner la mesa y vaciar el lavaplatos; invocan lo invocable para que los niños aprueben y aún dan cenas, compran billetes de avión, pasan por la tintorería y se preguntan a sí mismas que hicieron ellas para merecer ser la madre de la Pantoja sin tener a la Pantoja en casa. Algunas, tuvimos la suerte de que en el sorteo de maridos nos tocó una madre de la Pantoja, aunque sea con barba y patillas;  pero muchas otras,pobrecillas, llevan el cien por cien de la carga sobre sus hombros. 

    Creo que estamos asistiendo a una de esas grandes estafas que te hace la vida y que, por razones que se me escapan, nuestras madres, que nunca pensaron en emular a Doña Ana, no  padecieron. Y no sé si esta camada de niños, crecidos al amor y el cobijo de unas madres pantojiles van a ser los que saquen al mundo del marasmo en el que vive. Entono este Mea Culpa mientras respondo al grito de la madre de la Pantoja con un alto y claro "presente!". 

   Les dejo de premio de consolación una canción que a la Pantoja le escribió no su madre (que será probablemente lo único que no hizo por ella) sino su padre, que el hombre también tenía sus cosas, no crean...


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