domingo, 29 de enero de 2017

Año nuevo chino (La chica de ayer, 7)

    Como cada viernes, los dos llegan a casa rotos de trabajar después de toda una semana; él, bregando con un público poco agradecido; ella, con un oficio para el cual no se preparó y que le está costando dominar. Pero como cada viernes, se preparan para salir, casi siempre al cine, porque les gusta, y porque no quieren  convertirse en una pareja de viejos sentados con sus bandejas frente al televisor.  Esta noche de perros del mes de febrero hace frío y llueve, y no hay nada visible en el cine, pero hay que vencer la pereza y salir, a cenar, lo que sea. 
 - Dónde vamos? 
- A cualquiera, al chino de barrio, para no complicarnos. A ella le gusta mucho la comida china y jamás se cansa.
- Otra vez? 
- Está ahí cerca, y al fin y al cabo, dicen las críticas que es uno de los mejores de la ciudad.  

    Llegan al chino de su barrio, inusualmente lleno en una noche tan perra. Hay farolillos en la calle y se escucha ruido de fiesta y abundante público en el interior. 
- Atiza! se me olvidó:  hoy es el año nuevo de los chinos.
- Pues ya que estamos aquí nos quedamos.  Dice él entre bostezo y bostezo mientras la china recepcionista,  que ya les conoce,  intenta hacerse con una mesa para dos. 
- Quelán ustedes el menú especial del año nuevo? 
 - No, queremos rollitos de primavera, Dim Sum variados y pollo con citronela y arroz en abundancia. Lo de siempre, vamos. 

   Cuando el camarero se retira, les deja un boleto con un número para una rifa que se va a celebrar durante la noche. Un viaje a China y varios lotes accesorios
- Con un poco de suerte nos habremos ido, dice ella. 
- Con un poco más de suerte, hasta nos toca el viaje, piensa  él mientras contempla a su mujer engulliendo rollitos de primavera como si fueran pipas; y piensa también que son ya varios años de esperar una suerte que les esquiva una y otra vez. Varios años esperando simplemente, lo que otros arreglan por la vía rápida pero que ellos han decidido arreglar por una vía lenta, que requiere esa paciencia que de jóvenes es un bien tan escaso.

   Cuando la maestra china de ceremonias saca el tercer o cuarto número premiado, una vez conocido el agraciado dueño del boleto que se irá de viaje a Pekín, resulta que es el de ellos. Hay que salir a recoger el premio, y ninguno de los dos quiere, claro, bajo una luz coloreada y un redoble de trompetas chinas. 
- que suelte, señol! le ha tocado nuestla figurita del caballito de la suelte!
Así que el señor no tiene más remedio que salir a recoger, entre los aplausos de los asistentes, la figurita de un caballo rampante dorado y rojo con una inscripción en la base referente al Año del Ratón, que era el que empezaba en unas horas.
- Es horroroso! Dijo ella pensando ya en qué papelera colocarlo según volvían a casa. 

   Pero volviendo a casa, él no le deja tirarlo, "es el caballito de la suerte"...Quién sabe! Quién sabe si esa suerte que llevan varios años esperando va a aparecer de repente por mor de un caballito chino por muy horripilante que sea. Quién sabe si la superstición es la fe de los incrédulos, o de los desesperados, o de los que no tienen fe pero les gustaría tenerla. 

   Pocas semanas más tarde apareció la suerte que estaban esperando desde hace tanto tiempo. Una suerte con cabeza, tronco y extremidades; que les ha hecho pasar alguna noche en blanco, visitar las urgencias de los hospitales, frecuentar los teatros de marionetas y dejar de ir al cine durante una larga temporada. Una suerte que tiene dientes, come lo que no está escrito y actualmente gasta un 43 de pie. Una suerte que no tardando mucho se va a hacer adulto y se va a marchar a otros lugares y a vivir otra vida, donde quizás encuentre un hueco en sus estanterías  para un caballito chino de falso pan de oro. Por ahora está guardado a buen recaudo, a ver quién se atreve a tirarlo!

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