viernes, 24 de febrero de 2017

Carta a una mujer de mi edad (llamada Infanta)

    Hace mucho que no le mando una carta a la monarquía, y vista la actualidad que me envuelve en estos días, más intensamente que nunca porque estoy en mi país, aquí tienen. Ella no la va a leer nunca, así que tanto da. 

    Estimada Cristina (como soy republicana me eximo de fórmulas de cortesía que impliquen la anacrónica existencia de la realeza), 
Acabo de pasar una semana en mi casa española donde no he hecho otra cosa que verla a usted y, sobre todo, a su marido entrando y saliendo  de un juzgado en el que se jugaba su destino y del que ha salido, en mi modesta opinión, bastante bien parado. Los españoles andan revueltos precisamente por eso, y la buena de estrella de su cónyuge les ha dado excusa para discutir a grito pelado en los bares y blasfemar de la justicia, que son dos de los deportes favoritos de mis compatriotas. En el fondo, han hecho  ustedes casi casi una labor social! 

    A esta modesta plumilla, le llama la atención más usted que el campeón olímpico metido a desfalcador (condena aparte, queda alguien que crea en su inocencia?). Para empezar porque usted y yo nos llevamos pocas semanas, somos coetáneas y, durante unos ańos con Hola por testigo, hasta llegué a pensar que era usted una mujer de mi tiempo. A ello contribuyó el que usted estudiara en la Universidad con un buen amigo mío, que me aseguraba que era buena estudiante, cumplidora en las clases y austera en los modos; buena compañera de clase y poco dada a la tontuna aristocrática.  Por todo ello me cuesta creer que sea usted una mujer antigua, de esas que firmaban  todo lo que sus maridos les ponían por delante, que no se enteraban de donde venían los dineros, y se dedicaban a criar hijos y poner la mesa. A tenor de lo que usted ha declarado en el juicio y que le ha valido la inocencia, debe haber sido usted muy convincente en su papel. 

   Y además, sigue usted aferrada como a la más segura de las barandillas, a sus títulos y prebendas,  y sólo un golpe de mano de su Real Hermano le ha quitado un ducado que aunque no sirve para nada, a su señor marido le valió para poner un kiosco de sacar perras, y sobre todo evadirlas. A usted le parece que España se ha portado cochinamente con su familia y no le quedan malditas las ganas de pisarla, a nosotros los españoles nos parece muy bien que no vuelva a visitarnos, pero bájese usted de la Alteza Real que aún le permite evitar las colas en los aeropuertos, por ejemplo. 

   En estos día de rabia popular, sólo oigo palabras de conmiseración para con sus cuatro hijos que, "pobrecillos no tienen culpa de nada". Mire usted por donde, yo creo que les estamos dando a estos cuatro querubines que, efectivamente no tienen culpa de nada, la oportunidad de crecer como personas normales. Yo, qué quiere que le diga, lo siento por ellos, pero más pena me dan los hijos de las mujeres maltratadas y asesinadas por sus ex parejas (cuatro en esta semana...) los que acampan en las islas grigas porque son refugiados o aquellos que tras seis  o siete años de crisis siguen sin poder comer caliente más que una vez al día. 

    Puestos a confesar decepciones, no voy a proclamar mi decepción por la justicia, ni por la manga ancha de la que disfrutan los corruptos; me decepciona usted, Cristina, por ser, por encima de todas las cosas, una mujer muy antigua! 

    Reciba un cordial saludo, de esta que lo es, una mujer de su tiempo. 

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