domingo, 19 de febrero de 2017

Equipaje de mano

   Los que cogemos el avión a menudo pensamos erróneamente que todo el mundo lo coge con la misma frecuencia que nosotros. Nos molesta hacer colas eternas en los controles policiales detràs de una masa turística que aún no se ha enterado que no se puede subir a bordo con líquidos y que hay que quitarse el cinturón para pasar por el arco magnético. Yo soy la primera que tengo poca paciencia con los ignorantes aeroportuarios, y cada vez que la pierdo me digo que habría que verme haciendo ciertas operaciones de la vida cotidiana para las que soy una perfecta inútil, como coserme el bajo de unos pantalones, por ejemplo; ésto es lo màs parecido que encuentro a la empatía. 

    Empatía que tengo que poner en pràctica especialmente cuando pasamos al capítulo del equipaje de mano. A los viajeros frecuentes se nos da muy bien viajar sin facturar la maleta, y solemos ser disciplinados con las reglas que nos imponen las compañías aereas sobre pesos y medidas: los viajeros esporàdicos facturan maletas y además, pretenden subir al avión con maleta de mano, bolsa de Zara, otra del Duty Free y tres abrigos, agotan la paciencia de las azafatas, taponan los pasillos en el momento del embarque y acabamos pagando justos por pecadores cuando llega la sobrecargo (que si es de Iberia se llama Pilar y suele tener malas pulgas) nos quita a todos la maleta de mano y nos la manda a la bodega, con la consiguiente pérdida de tiempo al llegar. Por mucha empatía que una quiera desplegar yo estaría a favor de un carnet por puntos para los viajeros con exceso de bultos, que les pongan algo en sus tarjetas de embarque que les impida pretender llenar los portaequipajes del interior de los aviones y nos dejen sitio a quienes somos capaces de ir ligeros de equipaje como los hijos de la mar... El asunto de las maletas a bordo provoca màs de un motín previo al despegue y aunque yo no lo he visto, me cuentan amigos, pasajeros frecuentes, que la disputa por el "no sin mi maleta de mano" ha tenido que saldarse con la llegada de la Guardia Civil y consecuente amenaza de arresto para los desobedientes. 

    Yo, ayer mismo, en previsión de que me arrancaran mi maletita y la de mis herederos, urdí una estratagema consistente en empaquetárselas a una familia de conocidos que embarcaron antes gracias al salvoconducto de llevar niños pequeños. Mi hijo mayor me afeó la conducta diciéndome que eso era una trampa y yo le dije que solo en apariencia y aprovechando un vacío legal. Una vez a bordo me dediqué a la lectura del País que traía cuadernillo informativo central sobre la sentencia del caso Urdangarín. Mi heredero preguntó que qué tipo de fechoría había cometido el Duque Empalmado y  yo le expliqué la suya y la de la Infanta, que se había escapado de rositas porque hizo una trampa consistente en  decir que no sabía nada y en que hay un vacío legal que impide que te manden a la cárcel  por tonta. Es decir, que hizo una trampa, màs o menos trampa,  y que nadie lo ha podido demostrar. Mi hijo me respondió " ya, como lo de largarle las maletas a otro para que te las suba a bordo"...Silencio. A veces los hijos nos dejan sin palabras. 

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