lunes, 3 de julio de 2017

Au revoir, Madame Veil

    Esta señora que se ha muerto hace cuatro días y que atendía por Simone Veil, ciudadana francesa, ex ministra de sanidad en dos ocasiones, primera mujer en presidir el Parlamento Europeo, premio Príncipe de Asturias y como anécdota, deportada en un campo de concentración durante la Segunda Guerra Mundial por ser judía a pesar de no practicar su religión,  es una de las últimas personalidades políticas que van quedando en Europa, que además ha perdido también recientemente a Helmut Kohl, no somos nadie. Políticos nos quedan unos cuantos, mediocres la mayoría y de personalidad  tan plana como su encefalograma. Ciudadanas de esta maravilla llamada Unión Europea, que tanto se ocupa la prensa en denostar, con la personalidad, la biografía y la rotundidad de ideas de la señoa Veil, muy pocas. Estamos asistiendo, queridos lectores, al fin de las personalidades, pues  para ser alguien en la escena polítca, es casi mejor no tenerla. 

   Debería haber escrito estas líneas hace unos días, en el momento álgido de su duelo; pero un agitado fin de semana me lo ha impedido y de paso, la demora me ha permitido volver a leer su autobiografía, publicada en el 2009, un libro cuya lectura recomiendo vivamente por apasionante, conmovedor y bien escrito. Así, además de por la Wikipedia, se enterarán ustedes de muchos detalles de la vida de esta mujer fascinante, escritos en primera persona. Una mujer hecha de un material ya inexistente, aleación perfecta de fuerza de voluntad, coraje político, tolerancia y respeto por la vida humana por parte de alguien que a los 16 años pasó un tiempo tratada como una bestia y no como un ser humano, viendo como moría parte de su familia y teniendo ella misma, cada noche,  la muerte por almohada.

    La muerte de Simone Veil me ha recordado a la joven llena de entusiasmo europeo que fui (el entusiasmo persiste, la juventud se fue) y que se cruzó con ella por un pasillo hace casi veinte años. Fueron  un minuto o quizás unos pocos segundos, pero aún recuerdo sus andares decididos, su moño impecable y sus ojos azules; aún recuerdo su perfecto francés, su sentido de la argumentación y su ser y estar como mujer en un mundo de hombres. Salvo el moño, y la imposibilidad de asimilarme a una terrible experiencia como la de la deportación, todo en ela me parecíó entonces fuente de inspiración para ser la mujer que soy ahora.

    Ella fue la mujer que defendió el derecho a interrumpir el embarazo en condiciones legales y sanitariamente garantizadas, ley que defendió por encima de sus creencias y que le valió una persecución sin piedad en su tiempo, con cruces gamadas pintadas en la puerta de su casa...A ella con esvásticas, precisamente! Hoy mismo acabo de firmar una petición al presidente de la República para que pueda ser enterrada en el Panteón de París, siempre que ella no haya dispuesto nada en contra. Confío en el buen juicio de Macron y en que se apresuren antes de que se muera Jhonny Halliday o algún futbolista del tres al cuarto y vayan quedando cada vez menos huecos libres!

   Au revoir Madame Veil, ha sido un placer vivir en el mismo siglo que usted, verla en la televisión, escucharla en directo y leer sus escritos. Y ha sido un privilegio cruzarme con usted medio minuto por un pasillo y decirle "Bonjour Madame", e incluso pretender que usted me devolvió el saludo, vaya que sí!

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