domingo, 16 de julio de 2017

El nido vacío

    En abril del 2016 escribí una entrada con el título de "Adivina adivinanza", que venía a ser la premonición de la de hoy, día de la Virgen de Carmen (por poner una efemérides hispana)  y primer mes de julio desde hace muchos años que me paso trabajando y en estas tierras nórdicas donde, visto el achicharradero en el que se ha convertido mi propia  tierra, no se está tan mal. 

    Resulta que los fenómenos paranormales que relataba en aquella entrada han vuelto a repetirse, si cabe, con mayor intensidad: el cuarto de baño no es una sauna finlandesa llena de restos de calcetines y toallas arrugadas donde a todas horas se escucha un rap. No hay que comprar un kilo de plátanos dos veces por semana y los yogures no se acaban. Hay un silencio placentero en toda la casa y cuando encendemos el Netflix nos encontramos con nuestro último episodio visto ("Designated Survivor" que les recomiendo vivamente) y nuestros reglajes sin cambiar. Las horas se estiran, el cesto de la ropa sucia tarda dos días en llenarse, no hay cargadores y cables varios tirados por las esquinas y nadie pregunta qué hay para cenar. Para quienes crían, o han criado a tiempo completo supongo que estas pistas son más que suficientes: los herederos se han ido y nosotros, sus padres, lejos de padecer el síndrome del nido vacío, llevamos dos días y dos noches disfrutando de una libertad que perdimos hace casi dieciocho años a manos de esos locos bajitos, como dice la canción. 

    También es verdad que andan cada uno por un continente y que me paso el día pegada como una ventosa a mi teléfono de la secta y sus múltiples aplicaciones mandando mensajes de todo tipo y a todas horas a los que esos seres invasores y ahora ausentes contestan con "si", "no" o "todo ok" porque en sus teléfonos, que son de la misma secta que el mío,  los teclados no deben dar de sí para escribir más letras que esas. Sí, lo confieso, fui una niña viajera y despreocupada y ahora soy una madre viajera y preocupada por los viajes de mis hijos. Nadie es perfecto, pero en mi defensa aduciré que yo me contentaba con la sierra de Gredos y estos hijos míos cruzan mares y oceanos, es o no es para preocuparse? 

    Como mis amigos más añosos y experimentados me dicen sin cesar que llegará un día en el que el síndrom del nido vacío se me eche encima, voy a tomarme los diez días que me quedan por delante como un agradable entrenamiento, y voy a intentar disfrutarlos con intensidad, aunque últimamente la vida me haya regalado dos o tres noticias tristes que me hayan dejado la boca con cierto regusto amargo. Por lo pronto voy a disfrutar de la paz de mi hogar y de la compañía de mi media naranja, sin tener que poner orden en el primero ni tener que exprimir la segunda. Esta tarde como los dos somos como somos, nos hemos puesto a decapar y barnizar la mesa de la cocina, tarea desagradecida y menos simple de lo que parece. Inevitablemente, nos hemos quedado sin mesa para comer en la cocina y sin tiempo para preparar la cena ("Designated Survivor" nos esperaba) y mientras nos zampábamos dos bocadillos  de tomate y mozzarella con sus correspondientes cervezas, me dije a mí misma que, para ser un día que había empezado con un funeral y muchas lágrimas, no estaba acabando tan mal. Porque independientemente de los locos bajitos y sus viajes, de las preocupaciones cotidianas, del olor a barniz en la cocina y de los sinsabores de trabajar en julio, me digo a mí misma que no hay nada mejor en esta vida que pasarla bien acompañado, muchos años, por la misma persona a ser posible. Los creadores de tendencias dicen que somos "Emptynesters" (malamente traducido por "ocupantes del nido vacío"). Yo creo que somos muy afortunados, y basta.

   

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