lunes, 10 de julio de 2017

Llorona

    Llorona soy y siempre he sido; mis estrógenos a la fuga no ayudan a remediarlo; dos o tres malas noticias en menos de 48 horas tampoco. Como hubiera dicho Rajoy "it is very difficult todo ésto", la vida es una constante ducha escocesa: un día te da el orgullo de madre por tener un hijo graduado camino de la Universidad y al día siguiente ya tienes ganas de matarlo otra vez. Otro día aparece un amigo querido como caído del cielo y un rato después te cuentan que otra ha fallecido. Y a todo ello sumemos el cambio climático, que hace que la ducha escocesa no sólo sea sentimental: un día te achicharras y al siguiente graniza y caen del cielo pedruscos de hielo. Hoy también he tenido mi dosis de malas noticias, no sea que me acostumbre a lo bueno...

    Hace unos meses le dije adios a una amiga, con mucho dolor y mucha pena; me apropié de los versos de Miguel Hernández y de su elegía a la muerte de Ramón Sijé, porque no sólo no tengo el talento literario que tanto persigo sino que, aún menos tengo el poético. Tanta era la pena que acumulaba que no era capaz de decirle adios por mí misma, necesité recurrir a las palabras de otro; y por supuesto llorar, mucho, en una mañana heladora de diciembre, en una iglesia fría como un témpano. 

    Ahora le tengo que decir adios a una compañera de trabajo, tentada he estado de decir de pupitre, aunque la expresión no sea la más adecuada. O sí...Este pupitre llamado puesto de trabajo nos dura muchos años más que el del colegio, y compartiéndolo, nos pasan muchas más cosas y más intensas que las que nos ocurrían en el pupitre de aprender a leer: en este pupitre es donde se aprende a vivir, que no es poca cosa. De ella ya les hablé en una entrada del mes de mayo (" Vida de funambulista") cuando me enteré que la muerte iba a robarme a otra persona querida. Vayan a ello si quieren más detalles. Hoy estoy triste, llorando por dentro cada minuto y llorando para fuera en los baños de mi oficina, de ese pupitre donde pasan cosas maravillosas que te hacen olvidar las malas y donde conoces a gente maravillosa que te acompaña en unos años decisivos de tu vida. 

    Soy llorona, y el llanto, me limpia los ojos y me desahoga tanto como el escribir estas líneas, que hoy van dedicadas a la memoria de Angeles, que era un ángel en singular, como el plural de su nombre indica. Ojalá descanses con toda la paz que te mereces. 

  

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