jueves, 11 de abril de 2019

Carta a mi hijo votante

    Escribo esta carta al alba de una campaña electoral que va a desembocar en unas elecciones donde mi hijo va a votar por primera vez. Mi hijo no se lee mi blog y como todos los de su quinta, está peleado con Facebook donde aparecen mis entradas, así que probablemente no se lea estas líneas, pero me queda la esperanza de que se las lea alguno de su misma edad y coyuntura electoral. Coyuntura que es, sobre todo abstencionista y por ello, altamente preocupante. A nuestros tardoadolescentes les interesa poco la política, y a los pocos que les interesa no les interesa informarse de forma exhaustiva; muchos de ellos son descreídos de la democracia porque piensan que es gratis y que siempre va a estar ahí, y los que creen en la democracia piensan que la única posible es la asamblearia y populista. Me tacharan ustedes de escribir generalidades sin datos. No voy a darles la razón: cuando escribo generalidades (o cosas que lo parecen) es porque me he inflado a leer sobre ello, he hablado largo y tendido con los protagonistas y he sacado mis propias conclusiones de todo ello. Y como resultado, aquí tienen la carta.

    Querido hijo,
hoy han llegado las papeletas para votar desde casa, como los expatriados que somos. A mi me sigue emocionando cuando llegan (porque a veces no es así)  y porque me siento ciudadana, y siento que me piden mi opinión; cosa que a ti te parece evidente porque naciste en democracia, pero que no nos lo parece tanto a los que nacimos en una dictadura, aunque no la padeciéramos mucho, dada nuestra edad. El de votar, aunque parezca un acto banal, y en nuestro caso, por correo, exento de toda poesía, debe ser a partir de ahora un acto fundamental en tu vida: cada equis años los que te gobiernan se someten a tu juicio y puedes suspenderlos si lo crees correcto. Cuando lo hacen mal, es tu voto, sumado a otros muchos, el que va a sancionar su comportamiento. A ti ese voto te parece una gota en el océano, pero el biólogo que habita en ti sabrá entender la importancia de cada gota de agua, de su pureza y su limpieza, para que el océano sea todo lo grande y majestuoso que es.

    Y como no es un acto banal, espero que pienses un poco a quién votas, sin por ello comerte el tarro ni organizar un referendum a tu alrededor. Se supone que para empezar te has informado y sabes lo que está en juego; teniendo los padres que tienes sé que esa parte está cubierta. Para continuar, espero que cuando metas la papeleta en el sobre pienses al menos en cuatro o cinco cosas, no tanto en la cara del tipo que va dentro de la papeleta; porque esas cuatro o cinco cosas son las que tus padres te hemos intentado inculcar desde pequeño y sobre todo, desde que nos  comprometimos ante un juez a hacer de ti un ciudadano honesto y responsable, que no creas que muchos padres han tenido que pasar por  ese trámite,  aunque esa es otra historia.

    Piensa de dónde vienes, que no solo eres español, y en las muchas circunstancias que confluyen en tu pasaporte. Mira el color de tu piel, esa que nunca se quema y se broncea con el primer rayo de sol; otros muchos con esa misma piel no han tenido tu misma suerte, pero son seres humanos, no carne de  traficantes. Piensa en tu hermana, que será una mujer a quien la vida no siempre le va a poner las cosas fáciles, como no se las puso a tu madre (a pesar de que a ti te parezca que se come el mundo) y como no lo tuvieron fácil tus abuelas, que a pesar de lo distintas que eran y de la diferencia en sus vidas tuvieron ambas que pelear el doble que tus abuelos para salir adelante. Piensa en ti dentro de tres o cuatro años, cuando tenga que empezar a buscar un trabajo y ganarte la vida, porque lo normal es que los que salgan de estas urnas sean los que gobiernen entonces.  Piensa en tus amigos homosexuales, lesbianas, negros, chinos, musulmanes y ortodoxos, católicos y ateos y en cualquiera que no se nos parezca ni se te parezca, y asegúrate que tu voto no vaya a parar a quienes no los ven igual que tú. Y vota a quien no te obligue a empuñar un arma, vestirte de ningún modo ni comulgar con ninguna religion ni creencia que no sea la que tú elijas.

    Son cuatro cosas hijo, pero no sin importancia. Fijándote en ellas habremos conseguido hacer de ti un ciudadano, a ser posible del mundo;  un ser humano mejor y no un patriota, cosa bastante inútil, por cierto. Y con ese sobre insignificante que irá a parar a la saca del correo que es la urna de los expatriados, serás un votante, que si hubieras nacido en otros muchos países del globo terráqueo no lo serías. No lo olvides.

     Firma tu madre, votante.




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