martes, 30 de abril de 2019

Y esa niña dónde está?

   Hace muchos, muchos años, en una galaxia no tan lejana, una pareja joven esperaba su primer hijo (en masculino, antes de la locura del lenguaje inclusivo). En esa primavera de esa España en blanco y negro se cantaba día y noche la chica Yeyé de Concha Velasco, todo un bombazo, la recuerdan? 


   Aunque en el mundo exterior, que era más colorido que aquella España, lo que se escuchaban eran cosas más duras que esta chica Yeyé: 


    Como les iba diciendo, una pareja joven que se había casado un año antes, como hacían tantas parejas de entonces, después de pelar la pava y escribirse cartas por arrobas, esperando una oposición no aprobada o un trabajo fijo que permitiera tener un pisito alquilado en una tranquila ciudad de provincias;  una de esas que antes configuraban la Meseta o, administrativamente,  una de las dos Castillas y que ahora, desde que son carne de cañón electoral se hacen llamar  la España vacía.

    Una pareja que esperaba secretamente un varón y se encontró con una niña, bienvenida por ser la primera, claro está. Una niña de la que se cuentan siempre las mismas batallas en familia: que si ya con dos años y sentada en su orinal hacía como que leía el ABC, que si comía como un buitre, que si accedió a vestirse de primera comunión a cambio de una bicicleta blanca; que si sabía arreglar los pinchazos de la bicicleta y conducir un coche con catorce años, que si recitaba a Lope de Vega cuando apenas levantaba tres palmos del suelo  y quería ser piloto de aviones con lo mal que se le daban las matemáticas...Una niña a la que no le traían los Reyes los juguetes que pedía porque no eran muñecas, y que como prueba de rebeldía decidió leerse todo lo que pillaba (hasta el Interviu) y no saber hacer ni un huevo frito hasta que terminó la carrera.Esa niña a la que castigaban a limpiar los zapatos de toda la familia pero de la que siempre se fiaban los padres de sus amigas, algunas de ellas bastante alocadas; la que se sabía de memoria los nombres de todos los aeropuertos europeos pero jamás consiguió aprenderse el Credo de la misa...Con todas las que oyó en su infancia!

    De esa niña quedan esas leyendas urbanas, lejanas y parte de la memoria de un tiempo cruel con la historia y amable con sus protagonistas. Queda cierta mirada traviesa y hasta a veces torva y descreída. Quedan los campos de Extremadura  y Castilla con todas sus encinas y alcornoques de los que tantas veces estuvo a punto de caerse y romperse la crisma. Quedan las colecciones de los Cinco y las meriendas de pan y chocolate de La Campana que ni se explica como era posible comérselo. Queda tanto de la niñez y tan poco de la mal llamada juventud que pareciera que de niña ha pasado directamente a señora entrada en años y poco resignada a entrar en carnes. 

    Yo misma, cada treinta de abril me coloco delante del espejo y me pregunto a dónde habrá ido a parar esa niña...

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