martes, 23 de abril de 2019

En la tarde del día del libro.

    En los últimos diez días he estado viajando mucho por esta mi España que antes le dolía a Unamuno y desde ayer le duele a Albert Rivera. Entre trayecto y trayecto mucha lectura, y al regresar a mi hogar, mi rutina laboral y mi cama (lo mejor del regreso con diferencia) me doy cuenta que hoy es el día de los días, ese que tantas veces les he contado amables lectores, que yo esperaba con más ansia que el día de Reyes (si tienen paciencia pueden consultar todos los 23 de abril de mi blog, creo que no he fallado ninguno) porque mi padre salía conmigo a pasear por las librerías y volvíamos los dos cargados hasta las cejas. 

    Si mi padre viviera, estoy seguro que se habría comprado un Kindle, como ésta que suscribe, y que, como también hago yo, pasearía por las librerías y seguiría, a pesar de todo, comprando libros impresos. Porque cada vez estoy más convencida que todos esos que hablan del gusto de pasar páginas, de lo bonito que es tener un libro en las manos, del olor del papel y majaderías afines, son precisamente los que se leen dos o tres libros al año, y ya soy generosa en la cifra. Los que los contamos por decenas, y nos hemos dejado varias dioptrías en el intento, no falla: todos estamos de acuerdo en que el Kindle es un aparato maravilloso.

    Y todos nosotros, los viciosos, seguimos fecuentando las librerías y haciendo gasto. Yo les confesaré que, de vez en cuando, hasta compro libros en el supermercado, porque hacer la compra me gusta bastante poco y si entre yogures, puerros, latas de atún y papel higiénico cae un libro de bolsillo hasta soporto de mejor humor la cola de la caja en hora punta, que es cuando yo hago la compra. Casi me parece mejor lo del supermercado que esas librerías de segunda mano ("Low Cost" que las llaman en buen castellano) que están proliferando en todas las ciudades,  donde te puedes llevar un libro por tres euros (tres por diez) y donde te los compran a 50 céntimos si están en buen estado y si no son de más allá de 1980. Los que las regentan nada saben de libros, ni de autores ni de clásicos de la literatura y a este paso van a terminar co los libreros de Viejo, que esos sí que sabían!

    Vaya, que el libro es un objeto viejuno, inútil, pesado y recogedero de polvo. Sólo a los que quieren  impactar a las visitas (y sólo a ciertas visitas) les importa, y sólo se venden como rosquillas si tienen  porno light cada cincuenta páginas, o son parte de una saga criminal ambientada en el norte de España, o sirven para curar el mal de amores, fomentar eso que se llama "mindfulness", que en buen castellano se llama ombliguismo,  o son las memorias de un astro del balón. Yo ya soy consciente que me he quedado atascada en el siglo XX a pesar de leer en un Kindle, y por lo que pueda valer, ahí tienen ustedes  unos cuantos títulos que en los últimos meses me han hecho pasar muy buenos ratos. Verán que hay de todo...

- "Los cuatro jinetes del Apocalipsis": sabía Blasco Ibañez cuando la escribió que todo eso iba a ocurrir dos veces más en la historia? 
- "Dos espías en caracas", de Moisés Naïm, para entender, de forma entretenida, lo que pasa en Venezuela. 
- "Becoming" de Michelle Obama. Sin explicaciones.
- "Tan poca vida", de Hanya Yanagihara. La amistad entre hombres, a través del tiempo, a través de los abusos, la pedofilia y tantas otras cosas desagradables que muchos niegan que ocurren. 
- "Salamanca 1936" de Angel Viñas; quizás el mejor ensayo histórico sobre el pricipio de la Guerra Civil.
- "Matar a un Ruiseñor", de Harper Lee; ya, ya sé que es un clásico, pero yo no lo había leído. 
-"La disparition de Josef Mengele", de Olivier Guez, o la Argentina que sirvió de refugio a los Nazis.
- "Esto no ocurrirá aquí", de Sinclair Lewis...Porque precisamente está ocurriendo, y su autor lo escribió en 1916 pretendiendo hacer ciencia ficción. Bastante mejor que "El cento de la Criada" si se trata de leer distopias.

   Y con ésto, y una antología de Gila que me he regalado este año les dejo entretenidos. Espero.

   

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